Publicado el 15 de Julio de 2023, Sábado José Gordón Márquez
Azuaga - Opinión -
Nada hay que se escape con tanta facilidad de nuestras manos como
el tiempo. El dios Cronos, riguroso, va marcando inflexible sus pasos en
nuestra esfera. Vienen y se van las efemérides como las olas van y vuelven
contra el acantilado. Impertérrito deja su marca del pasado cuando se está
yendo lo presente.
Tal vez no nos demos cuenta, pero en vez de caminar ligeros
de equipaje, nos sobrecargamos de muchas cosas innecesarias, cuando lo ideal
sería despojarnos de ellas y vivir sin agobios. A todos nos pasa, y como decía
Jorge Manrique “cuando queremos dar la vuelta, no hay lugar.”
No quiero dar un sabor ácido. Pero no por esto podemos
evadirnos de la realidad; habiendo otras formas de enfocar la vida como demuestra
la siguiente historia.
“Carl Honoré, un periodista londinense, una noche trata de
dormir a su hijo de dos años. Le está leyendo un cuento. Es un cuento aburrido
de hadas y príncipes. Entre cabezadas, el padre, para terminar cuanto antes se
salta dos hojas juntas. El niño se da cuenta y le dice “Papá, vuelve atrás, vas
muy deprisa” Por fin el niño se durmió.
El padre, todavía tiene que acabar de cenar, tiene que
repasar la conferencia para mañana y sale en el primer vuelo a otra ciudad y le
queda por contestar varios e-mails.
Mientras termina de cenar se acuerda de las palabras del
niño: “Papá vuelve atrás, vas demasiado rápido.”
Meditó el periodista y se dijo: ¡Hasta aquí hemos
llegado!
Después escribiría un libro titulado: “Elogio a
la lentitud” Se ha traducido a 25 idiomas y va por la 7ª edición.
”
Esta
generación lleva 150 años de velocidad frenética. O sea, desde la Revolución
Industrial. Tenemos Internet a la cabeza coches y aviones supersónicos,
alimentos envasados al vacío, etc. etc… Pero, ¿somos más humanos, o robots?
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