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MÍ ALMA SE LA VENDÍ AL DIABLO

No suelo, perderme en la honestidad, lo políticamente correcto, no está en mis normas catódicas. Soy fiel reflejo, de lo anti diplomático, de lo meridianamente peligroso. Me llegan susurros, a mis oídos, que no me llegan, buenas noticias, donde formaré a ser parte, de una crónica de una muerte anunciada. Hace tiempo que pisé los avernos del infierno, donde para fielmente, afincarme y vivir de las rentas, junto a Lucifer. Mi vida ha sido altamente tóxica, con mis caídas a lo más profundo de la insalubridad. De unas veneradas caladas al hábito del consumo humano, que a diario me deleitaba, en mis productos de kilómetro cero. Y por algún modo, por así decirlo, sin ningún pudor, entre bandas elásticas y líquidos, dispuesto a unos inyectables, cargadas de euforia incontenida y del opio, que todas aquellas personas, necesitan, para habitar, en un sitio rentable, pero a la vez efímero.

Tal vez, mi auténtica “Heroína”, era ponerles, dos clavos, a mis alas, donde a por mayor, pasaría las horas intermitentes, de que me pasará algo celestial, algo entre lo divino y humano. Por ello, es sabido por todos, que no me importe, la vida que lleve, que ya lo sé, que soy carne de cañón, soy un hueso difícil de roer, más que nada, soy irascible, llanamente, soy un hombre, abanderado por el izado de la carabela. Quizás, ya hace tiempo, que lo di todo por perdido, la mística y la métrica, todo en su conjunto, no de para nada más. Volando sobre lo alto de una cordillera, que no es de este tipo de mí meseta, donde estoy acostumbrado a pasar. Mis absentismos, sobre todo de escapismos, me han llevado, a tomarme, la total libertad, de hacer lo que quería y debiera en la vida. Me había acostumbrado, a ser un discípulo más, del diablo. Como en esos cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, nada pasa a mi alrededor, que el paso del tiempo, donde me convenzo, cada día, que mí final, está a punto de escribirse, entre la agonía y la impotencia de no seguir, en la lucha, de combatir, con mis traumas y mis miedos. No quiero pedir ayuda, eso es de cobardes, prefiero, morirme de mi auto éxito, que, de mis dramas diarios, de ver, que mi vida va a pique como el barco del Titanic. No consiento, hacer sexo, sin alguien, de misma especie, alguien, que comparta, mis vicios y mis aficiones a vivir al filo de lo imposible, esa cuerda, que tensa y amenaza mi estabilidad.

Ayer mismo, rompí mi idilio, con esas acciones impropias, que tiene el ser humano, de que cuyas acciones, rozan la ilegalidad y donde lo ilegal, llega desde los bajos fondos y la tenencia de materiales, que pronto serán incautados, por los agentes de la seguridad, donde también, tengo el pálpito, que es una de mis grandes aliados, para ser de este alijo, mis amasijos de huesos. Mis capacidades, como mis facultades mentales, son ilícitamente compartidos, entre la jerga, de unas amistades, que comparten conmigo, mis extravíos y mis bohemios planes, de meterme en el papel de Aladino, y frotar tres veces la lampara y concederles, a mis colegas, tres deseos: Sexo, Drogas y Rock´oll. Lo mejor, de estas series de vínculos afectivos, es que no sé qué haría yo, sin sus complicidades, donde tragar tantas sustancias, es perjudicial, para mi salud mental. No le debo nada a nadie, para ponerme más profundo, tengo, ese sentimiento de culpa, que, con carácter retroactivo, hace pintorescas, como dantescas, mi propia existencia. Hace tiempo, que he delegado en el destino, en la certeza, que mis últimos días, los pasen en la más profunda austeridad de las soledades, aquel hábito, inconcebible, que se les dan, solo a los grandes genios, que, por derecho, tienen como privilegios, de usar y tirar, como un clínex, su propia vida. No quiero, hacer abusos de poder, esa opulencia y querencia, que los ególatras, tienen como regimiento y reclutamiento, de las sociedades, más oprimidas y devastadas, por el horror y el hedor, que los someten, estos defenestrados felones.

Para concebir, mi concienciación, que soy como la mala hierba, que crece y se agiganta y se mezclan, con las buenas hierbas. Me parece que me estoy, obturando, con unas sustancias psicotrópicas, que hacen que mi cuerpo, capte todo el mal ajeno, que me están causando, mis nauseas, a llevar una vida aseada y de alma blanquecina, que me están haciendo, que mi propia alma, esté en oferta, y se la ofrezca al diablo, para que me le compre, para poder así, asistir, a lo que verdaderamente, me deparará la vida, una vez que cierre mis párpados y la tierra, me destierre, hasta las llamas, del hogar de Lucifer. Hago el camino inverso, que la gran mayoría, quieren llegar, esa gran mayoría, a un lugar frío y a la vez tranquilo. Y yo una vez, que fallezca, quiero seguir, sintiendo emociones fuertes, seguir mis juergas y mis adicciones, quiero, seguir instalado, en mi jaula de acero, donde fundirme, a máximas temperaturas y hasta altas horas de la noche. En la vida, hay que ser, consecuente, y deducir, entre lo bueno y lo malo, y para mí lo bueno, es lo malo, porque lo malo, acaba siendo, para mí, placentero, porque verdaderamente, vivir, al borde del abismo, es mi predilección, es mi única religión. Me decía mi madre, de pequeño, en aquellos asentamientos polvorientos, del norte de África, que yo algún día, de mayor, vendería mí alma, al diablo, en las muchas travesuras, que hice, siendo un imberbe. Y eso, estoy haciendo, en estos precisos instantes, vender todo mi patrimonio en forma de alma ,y de espíritu, a aquel ser, que me tendió, la mano, toda mi vida, con aquella persona, que ha vivido, todas mis victorias y mis derrotas, donde solamente a él, lo he idolatrado y perseguido todos los años de mi vida.

Él solo, sabe de mi intención, de irme a vivir, eternamente con él. Lucifer, sabe, que mi vida, continúa en el lugar, que siempre he venerado en la tierra, él lo sabe todo de mí, es mí extensión, que he tenido, durante, estos, poco más de cinco décadas, de mi existencia en la tierra. Ya que mi cometido, terminó, hace poco más de un par de meses. Decirles a aquellos o a aquellas, que lean, este artículo, en especial, a mi familia, que me encuentro bien, que, en este sitio, en el infierno, con Lucifer, donde soy feliz, como lo fui todos los días, de mi existencia, en la tierra, donde en las mayorías, de las veces, no fui un buen hijo, pero fui yo mismo. Y el único daño que hice en la vida, que me tocó vivir, fue el daño que me hice a mí mismo. Viví una vida anárquica, sin censurarme nada, viví una vida alterna, de forma endiablada, por eso estoy ahora mismo, en un lugar, donde soy feliz y he sido, requerido por él. Donde, pongo a prueba cada día, mi sensibilidad, aquella sensibilidad, que tenía como fortaleza en mi coraza, como la de un guerrero herido y a pecho descubierto, regué con mi sangre, todas mis aventuras y emociones, donde todos mis amigos fueron cómplices, en mediodías, tardes y noches, interminables, tanto de las ferias de Peñarroya, donde daba lugar, esas comidas copiosas, donde patenté “ Los Langostinos a lo Bolili”, y de conversaciones lesivas, en las mejores compañías. Por eso en el epílogo de mi vida, lo escribí en soledad, donde mis mayores deseos, era no complicar, ni salpicar, la vida de mis seres queridos y de mis amistades. Por eso lo escribí y me fui a la caverna de Lucifer, en plena cautividad, en ese cautiverio, donde las especies en extinción, son tratadas con respeto, ese respeto, que siempre me tuvo la vida, a pesar, de mis caídas, en los cuáles, siempre me he levantado, hasta que ya mi cuerpo, dijo basta, y flaqueé. Aunque lo intenté, hasta última hora, pero traté de irme, de mi plena existencia, con mi conciencia tranquila.

Y así me fui, como un ruiseñor, alzando el vuelo, hasta llegar al lugar, donde me hayo, ahora mismo. Desde el averno del infierno, deciros, una última cosa a mi familia, amigos y conocidos: “No temáis, por ser vosotros y vosotras, mismos y mismas. Elegid, todos y todas, la vida que queráis llevar, aunque sea a ojos, del mundo, criticable”.

Postdata: “Según mi experiencia, las personas que no tienen vicios, tienen muy pocas virtudes” (ABRAHAM LINCOLN).

ANTONIO MOLERO IN MEMORIAM.

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Peñarroya-Pueblonuevo