Lourdes Paredes Cuellas

Cultura -

Sobre las cenizas de un tiempo se concretan las brasas del futuro. Incierto, como un lunes sin trabajo o un libro sin puntos y seguidos. Oscuro, como el vientre de un monstruo. Irreal, como el movimiento de los astros. Calentarnos sin que la humareda se nos contagie a los hilos parece un objetivo mucho más seguro que todo lo demás. Si no nos rodearan tantas palabras podríamos renacer en el calor que se empeña en envolvernos, desprovisto precisamente de eso, en absoluto acogedor y haciendo del fuego algo efímero y superficial. En las alturas, cuando ya no haya nada que observar, flotaremos con los ojos empañados y un soplo en el corazón. Y que el infierno nos espere una eternidad más.

Idas y venidas. Lugares, gente, frases, plantas, aromas, sonidos, sabores, tactos… Anatomía del despropósito, información desperdiciada. Malas tierras en las que sembrar el desconcierto propio y ajeno. Ya sé que todo es lúgubre, gris y oscuro, pero así se componen las mejores canciones. El oído izquierdo siempre fue mi favorito, era el que primero recibía el ruido de la calle y ensordecía a su gemelo con la ilusión del día en blanco. Hoy anda algo perezoso, ignoro si por el temor ante un inoportuno ataque de sordera o ante el presunto daño que el inexperto otorrino pueda causarle. Permítanme, pues, que lo proteja de la especie humana y me entregue a las corrientes nerviosas que riegan y rigen al mismo tiempo (no es lo mismo florecer que lucir) las ideas que gobiernan el mundo. De grandes idas están llenas los pequeños cementerios. De tal palio, tal hastío. Bajo el manto de las vírgenes, con los palos que sostienen su alma, se esconde la verdad absoluta de los falsos penitentes. El pecado de vivir sobre tus propios pasos estará penalizado, supongo, pero no es algo que me preocupe demasiado. Tengo demasiados idiomas que aprender, muchas otras lenguas que catar y una edad media que malgastar en otras penitencias, no por insalubres menos recomendables. Refugiados entre las alas de un extinto paraíso el contraste con el flamígero ambiente allá abajo responde por nosotros. Pluralizo el sujeto, pero la compañía es solo imaginada. Como el mundo me sigue entrando por las orejas, no obedezco a los impulsos de lámparas mágicas ni resplandores inofensivos, sino al latido de una locomotora a vapor que contamina como dios manda. En una vida anterior cualquier aborigen se sentiría desnudo de raza y recuerdos, sin taparrabos que ocultaran sus vergüenzas ni antifaces que le protegieran de lo desconocido. Esa gente que más que hablar adoctrina, que piensa que el único halo a seguir es el de su propia respiración y que a su vez respira lo suficientemente hondo como para alejarse por siempre, nunca responderá por nosotros. Jamás. Somos lo que somos, soy lo que quieran que sea, seremos lo que nos dejen soñar, existiré solo a través de los otros. Puntos de vista que apuntan puntos y apartes. Punteados de costuras, agarrándonos fuerte a la vil existencia, pasan raudas las horas, corren desbocados los caballos de la desesperación, con el populacho gritando su verdad, la única y verdadera, entre cornetas apocalípticas y trompetas que ya sonaron desafinadas en Jericó. ¿Nadie las escucha? Debe ser porque todo el mundo las oye.

La materia es combustible, y no solo se transforma en incandescente cuando le o nos conviene, sino que abrasa cada vez más o menos. Es el subterfugio perfecto para evadir nuestras respuestas cuando no entendemos las preguntas. Si os critico es porque no os entiendo, you know. No lo digo yo, lo dice la ciencia, una discusión más que interesante. Como no me interesa, no os seguiré escupiendo la verdad al rostro, las heces no deben salpicar más que a unos centímetros. Os recuerdo que descenderé a la tierra cada vez que se me haga imprescindible tomar aliento y tocaré la superficie solo con la punta de los dedos. No es cuestión de contaminarse demasiado y sigo necesitando el mínimo contacto posible. Mientras lleno el vaso de humo, como nos enseñaron a hacer, me dispongo a venderlo en el mercado de bastos, con las sotas haciendo la ronda nocturna y los reyes abdicando en el feudo de la fantasía. El horizonte se despeja, el crepúsculo pintaba bien y el alba pinta aún mejor. Parece que abandono la simpleza de las cosas tristes y reseteo (el verbo anular me suena a dedo, y eso está demasiado cerca del corazón) el cielo sobre el que elevo mis plegarias. Claro que yo también rezo, todos nosotros lo hacemos. Lo único que intentamos es que no se nos oiga demasiado. Ya contaré otro día si alguien nos ha escuchado. La esperanza es lo único que se pierde, ¿no dicen eso? Fíate tú de refranes, que quien a buen árbol se arrima…

Si les molesta, no miren. Si les ofende, no lean. Si les incomoda, no oigan. Si les indigna, no hablen. Todo sea por el futuro. Aprendices de nada, maestros en todo, ejerzan su gobierno y desgobiérnennos de una vez por todas. Y que sea para siempre, no quiero quitarme la cabeza otra vez para pensar por ellos. Estoy pensando que sí, que no se está tan mal aquí arriba. Hasta la próxima primavera, si las nubes no lo impiden.

“Llega a obsesionarme encontrar algo o a alguien que amar hasta la muerte”

 ‘(San) Juan Autista’, Chucho (Virgin Records, 2001)