Publicado el 16 de Marzo de 2024, Sábado J.J. Caballero
Cultura -
El
ritmo es atronador. Machacón, uniforme, monocorde… Se te mete en el cerebro
como un martillo neumático con los cartílagos sueltos. De fondo o con presencia
rotunda, toda melodía queda sepultada detrás de otra vuelta al inicio. Hasta
las voces, afinadas por delante y desaliñadas por detrás, normalmente en poder
de mover a todo un imperio, se afanan imperiosas por merecer una nueva escucha,
esta vez con más atención y menos tensión. Se contienen las redes, se retienen
las reses y se mantienen las pestes. A un lado y otro de la lumbre, las
morcellas se escapan sin control ni conocimiento de causa. A causa del
reconocimiento vuelven sobre sus pasos, mal orientados y peor pensados, los
pies más pesados de los que disponemos. La sinecura no tiene cura ni parangón
que pague las enmiendas propuestas. Protestan en el campo los que viven en la
ciudad, se retiran a las villas quienes caminan por el mar. Así todo cobra el
mismo sentido de siempre, que es ninguno y sólo a medias tiene sentido. Siento
la tardanza en presentir las cosas que verdaderamente importan. Cuento las
andanzas de disentir los hechos que realmente comportan otra vuelta de tuerca,
imprevista e imprevisible.
Los
cowboys regresan a las tumbas que cavaron después de acribillar a su propio
ganado. Muerden los pies que los mal alimentan y recaban información de bocas y
oídos ajenos a todo y a todos. El mundo gira y al caer se muerde la cola, nadie
entiende por qué hemos tenido que crecer, y maldita la hora en que empezamos a
decrecer. Sumos sacerdotes del homicidio espiritual, al que fuimos conminados
después de una mañana de resaca e inconsistencia emocional. La parte alícuota
al desequilibrio que nos azora y resquebraja a cada momento será inversamente
equivalente a la suma de las restas sobrantes. Quien parte y reparte queda
aparte. Quienes dividen por tres apartan dos dividendos multiplicados por
cuatro. Hagan la proporción y sobrepasen la cifra marcada en unos cuantos
dígitos. Esto no es un sorteo, ni la lotería de la desesperación. Es el himeneo
de la injusticia, el mareo de la estulticia. La ansiedad por escuchar más allá
de lo que podremos oír. Tanta ambición no es buena, tal vez los díscolos
debieran conformarse con el chisguete que les da acceso a una mínima parcela de
poder. En ella se refugian y con ella se regodean mientras los pedazos de su
propia condición inmunda nos salpican y repican en derredor. El último refugio
está en la hornacina, donde reposan cráneos y codos mezclados con el olor de
antiguas derrotas. Donde pocos pudieron llegar y de donde varios nunca
partieron. Dicen y aseguran que hoy todo es diferente, y que los banquetes
abundantes del malecón dieron paso a los retretes redundantes del callejón.
Sólo es cambiar de paisaje y descubrir que la realidad es mucho menos cruel de
lo que la pintaban.
Ojalá
fuéramos seres xilófagos para provocarnos nuestro propio fin tallado con letras
de roble, a la manera que siempre soñamos hacer. Quién pudiera transformarse en
agua y allanar las praderas para salvar al mundo de la catástrofe más duradera
que le aguarda. Los caminos del amor son inexcusables y los términos del dolor
más intratables. Menos mal que estamos habituados a merecer algo peor. Como
arborecer en una sabana de tonos grises o amanecer en una almohada de torsos
marrones. Son cosas que nunca tuvimos tiempo de hacer o pensar, como si se
citaran en la antífona del primer martes de cuaresma sin que nadie sepa a lo
que se refiere. Lo que se prefiere, en cambio, es florecer de escarmiento sin
perecer en el sentimiento. Inopes, inofensivos, nos compelen a abandonar y nos
repelen sin razonar. Debe ser el tiempo que nos ha tocado vivir, al que es
imposible enfrentarse sin amusgar el gesto y aguantar el roción, venga de donde
venga, antes de retirarnos a evitar el mal sueño de anoche. Decir que hoy
navegaremos a contracorriente no es sentir nada nuevo bajo el sol. Los astros
sólo están y existen por eso, para guiarnos al camino que en principio no
quisimos transitar. De ahí que las cosas vuelvan a su sitio por sí solas, sin
que elemento ni rendimiento alguno altere su forma original. Originar un
desastre antes de oficiar el siguiente. Vamos por orden. Vayan pasando el
filtro y la lista. Hay quien no está y otros a los que nunca se les esperará.
Alguna razón tendrán para ello.
Disco del mes: Tiburona – Nos extinguimos
|
Noticia redactada por : J.J. Caballero
No hay datos adicionales Cultura : Últimas noticias El Consejo de Gobierno acuerda la actualización del precio del comedor del primer ciclo de Infantil TORRIJAS Varios Talleres sobre comidas y artesanías del mundo se celebran en Fuente Obejuna |