Publicado el 15 de Septiembre de 2023, Viernes J.J. Caballero
Cultura -
El camino de la incertidumbre viene marcado por las piedras
del palacio de la sabiduría. Ninguna obra fundamental para el avance de la
humanidad se construyó con certezas puras ni visiones únicas. Al mirar por
encima del hombro con gesto adusto atisbamos un horizonte nuevo, tan fugaz como
el anterior, pero donde la esperanza se atisba en forma de astro. Son los
reflejos, los espejos y los vencejos que vuelan y devuelven miradas que
habremos de devolver con las cuencas vacías y las cuentas baldías. Hay pocas
cosas capaces de enturbiar la paz de los malvados, si es que alguna vez llegan
a ella, y la más evidente es la apoplejía de ideas, conceptos y maneras. Las
formas se deforman, las sombras se ensombrecen y las venas se envanecen de
tanta corazonada falsa. Ahora tendrán que decidir por nosotros, como lo hacen
siempre, sin que ninguna boca enseñe los dientes ni ojo alguno adivine el
perfil verdadero de quienes lo observan. El objetivo, no nos engañemos,
seguimos siendo todos y cada uno de nosotros. Vosotras también lo sabéis,
porque los paisajes nunca os fueron favorables ni las definiciones benignas
para que el clima no presente síntomas permanentes de tempestad. Perder el tren
y pender del zen. El sino no es el destino, sino todo lo contrario.
Se atropellan las etopeyas y se adivinan las prosopopeyas.
Atribuir poderes a quienes ya se atribuyeron caracteres es no corresponder a la
realidad ni responder a la dualidad. Son actos casi vandálicos, en los que unos
revierten sus propias palabras en beneficio de unos pocos y otros pervierten
sus discursos prestados en perjuicio de otros cuantos. El caos y el desorden
preestablecido. El pasado preñado de la vileza del presente y los cantos de
sirena entonados por delfines hambrientos. Nadie se atreve a preguntar lo que
todos necesitamos saber, y si tiro la primera piedra seré el primero en ser
señalado como traidor. Dedos como flechas, gritos como balas y puños como
comida podrida. La inutilidad como preámbulo a la servidumbre. Deberíamos saber
menos, así las figuras patriarcales no tendrían el apoyo de las culturas
marginales. Conocer los recursos y no usarlos es lo mismo que conceder los
discursos y no escucharlos. Mereceríamos confesarnos miembros de un cardumen
sicalíptico que no tuviera otra intención que el aparearnos como fieras para
elevarnos como esferas. Cumbres más altas fueron conquistadas. El secreto no
está en adivinar sus próximos movimientos, son demasiado obvios y ya anunciados
de viva voz; es conocida la capacidad humana para readaptarse a cualquier
movimiento inesperado, pero lo es aún más la de mentirse a sí mismo al afirmar
que ignora algo cuando la realidad le dice que no es capaz de entenderlo. Es el
tiempo, el espacio y el ruido de dentro y fuera, que nos vuelve parcialmente
sordos e irremisiblemente idiotas.
Por eso, por la aplasia que padecemos sin saber muy bien
dónde nos han dejado el hueco. Leo y releo pero no veo lo que antes solía
contemplar. Libros sin páginas impares, panfletos sin signos de puntuación,
ensayos con párrafos mezclados, guías escritas en sánscrito, trípticos con
imágenes borrosas, diccionarios sin la letra hache… La razón no forma parte de
la dación, ni la ración compensa la inanición. En la otra acera se solazan en
francachelas y música para no dormir cientos de rostros de narices difuminadas
por el exceso. Se ve que siempre hay algo que celebrar, pero aquí no nos hemos
dado cuenta aún. Es tarde y la policía tardará en llegar, si es que no está
incluida en la lista de invitados. El desastre se retrasa más de lo habitual,
algo habremos hecho mal. O eso, o que las almas biempensantes tienen entrada de
preferencia y la audiencia en general tiene que conformarse con las sobras de
las buenas obras. Rechazar sus prédicas no nos hará más fuertes pero sí más
sabios, si es que esa es una virtud aún no derogada. De rogar y devorar
decisiones definitivas nos hemos vuelto adictos a la trapacería. Convictos de
la abacería. Invictos de la alegría. Nos resarciremos. Cuando todo esto acabe
probablemente no podremos escribirlo ni sabremos percibirlo. Será el momento de
regresar a la cueva, pero únicamente para cerciorarnos de que han vuelto a
ella, de la que nunca debieron salir, y sellarla a canto y a cal con las mil
llaves de nuestro rencor.
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Noticia redactada por : J.J. Caballero
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