Publicado el 15 de Julio de 2023, Sábado J.J. Caballero
Cultura -
Solo se tienen ojos para lo que y para quienes también
tienen los suyos. Aunque fuera uno sólo y solamente fijase su atención en los
acontecimientos transversales de menor importancia, la correspondencia sería
suficiente para depositar la confianza que requieren sus faltriqueras. Lo que
allí se guarda, lo que aquí contienen, lo que más allá retienen, es harina de
otro costal y a nadie debería interesar. Los cantantes de voces contantes y
sonantes y mensajes velados de odio y necesidad de atención se aliarán con los
ventrílocuos de sí mismos para fabricar discursos tan huecos y abstrusos como
su propio corazón. Sin armas ni almas a las que recurrir, sin llamas ni ramas
con las que amenazar, sin restos ni arrestos para luchar. Están tan alejados de
la realidad, viven tan sumamente asentados en castillos de naipes sin cimientos
ni sentimientos, que cuando quieran llegar después será demasiado pronto y cada
vez que intenten adelantarse se les hará tarde para ser los primeros. En los
segundos, los del reloj y los de los resultados, subyace un presentimiento:
Nunca estuvimos preparados para nada de esto.
Entregados
a la holganza y restregados por la bonanza los encontraremos de nuevo. A
mediodía engullendo las sobras de la noche anterior y al atardecer rebuscando
las monedas de la mañana posterior. Los siguientes en pasar a la acción irán
sobradamente preparados y le entregarán el mazo a su dios para que ruegue por
su dudosa redención. En sus preguntas se oculta el fantasma del deseo no
correspondido, y en sus respuestas la herencia de una maldad oculta. Salir a la
calle a reclamar lo que no tenemos pero deberíamos tener dejó de ser un acto de
orgullo para reducirse a un penoso ejercicio de arrepentimiento. Si no sirve de
nada es que nada nos será servido. Si sabemos que lo conseguiremos es que el
fracaso nos será vendido. De todo se sale, hasta de las cárceles que nos
creamos y de las verdades que no nos creímos. La holganza es hermana del rencor
y la mudanza prima del dolor. Buscaremos nuevos horizontes en los que cultivar
la fruta y madurar la tierra con el sudor y las lágrimas de nuestros seguros
servidores. La errancia y la abundancia, o lo que es lo mismo, el signo de
admiración elevado a punto y aparte.
La
última meta volante está al alcance de la vista y las ruedas que nos impulsaron
hace unas horas ya empiezan a desgastarse. Justo antes de llegar nos ahogaremos
en la orilla. Después ya veremos quiénes recogen los restos de stock y quiénes
se atreven a revenderlos como saldos de mercadillo. Para eso sirvieron todos
nuestros epicúreos esfuerzos, siempre en busca de un futuro que quebró en un
pasado en permanente conflicto con el presente. Debe ser la calima mental que
atenaza y amenaza un ciclo de transición, con las trompetas de Jericó
anunciando una nueva fuerza universal capaz de derribar tantas fronteras como
nos vuelvan a levantar. El tiempo de encierro ya pasó, ahora las rejas sólo nos
impiden salir de nuestra propia ignorancia. Y es que se vive tan bien en ella
que hacerse preguntas ya está pasado de moda, y además es inútil y resulta
sospechoso. Ellos, esos que siempre están ahí pero nunca se citan, sonreirán
tras sus gafas de sol y atisbarán desde sus gónadas agradecidas el
resurgimiento de la civilización que ayudaron a derribar desde que falsificaron
los planos. Panes y peces como alimento. Penas y paces como fundamento. Piezas
por desencajar.
Nunca
me he preguntado por qué razón oscura nos empeñamos en iluminar la noche para
acercarla en lo posible a la fisonomía de una mañana radiante. El riesgo de
convertirnos en seres licnobios sin un motivo aparente podría ser un argumento
perfecto para reclamar atención por daños y perjuicios. El prejuicio de los
años es otra cuestión, y no precisamente baladí, con la que entablar debate y
enjaular rebates. Así es como se acaba prohijando cuentas y fijando puertas que
dan a espacios vacíos. Ahí acabaremos, tan perdidos y redimidos de toda culpa,
cuando nos falte cacumen para dejar de mostrarnos encanijados y encarnizados en
conversaciones sin principio de enmienda. Alguien podría pensar que resultamos
petulantes e insoportablemente redundantes, pero la cuestión es si alguno de
ellos o varias de ellas sabrían refutar ni una sola frase de las aquí escritas.
Aun a riesgo de caer en desgracia, tampoco yo podría explicarlo.
Disco del mes: Florent y yo – Florent y yo
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Noticia redactada por : J.J. Caballero
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