Publicado el 17 de Marzo de 2023, Viernes J.J. Caballero
Cultura -
Cansados de estar cansados y de cansar a quienes se cansan
de cansar. A los demás les da lo mismo ochenta que ochocientos, cuando son
cientos de ochos los que se enroscan para ahuyentar al cero en que se
convertirían si les deshicieran del cinto. Es la flexibilidad de las cifras y
la durabilidad de las citas lo que de verdad importa, solo por hallar el quid
de la cuestión. A las matemáticas también les pueden ir dando cancha y vela en
este entierro, pues ya solo el muerto es el protagonista de las cuentas. Al
final de las mismas el proyecto dará los mismos beneficios que rentas
negativas. Es también lo que ellos quieren, sin saber muy bien cómo ni cuándo
ni dónde hicimos el cálculo. Calculo que al calcular y al recular se recalcula
mejor la distancia. La adecuada, y que casi nunca sabemos mesurar con
exactitud. No hay regla ni escuadra que adecúe el ojo de buen cubero con el que
solemos establecer las medidas. Así, sin riesgo aparente, abordamos la tupitina
del domingo con el mismo fervor con el que cerramos la cortina del sábado. Otro
fin de semana más que empieza el lunes.
Los
ojos abuhados y el corazón aventado. El oído avezado y el gesto avejentado. A
la descripción le sobran adjetivos y le faltan adverbios. El verbo solo se
encarga de poner las tildes a los hechos átonos, a tono con los pechos elevados
hacia la soberbia más absurda. Es tiempo de elegir, que es justo lo contrario a
época de elecciones según los recientes y frecuentes fallos del sistema. No
está el horno para bromas ni los bollos para sacarlos fríos. Debemos conservar
la esencia, nos dicen; tenemos que proclamar la independencia, nos refutan. En
medio de todo este mar de contradicciones nos hallamos desnudos, adecentados
solo por el viento que sopla a nuestro favor solo por horas, y hasta el final
no sabemos hacia dónde nos va a arrimar, ni a qué orillas ni sombras
desconocidas nos impulsará su capricho. El celaje aún está por matizar, ya que
la lluvia persiste en desaparecer y la esperanza sigue estando en primer lugar
en la lista de espera. Como en un nuevo y brutal pogromo, se trata de
restablecer el orden a fuerza de pulverizar la raíz. De los árboles que brotan
de las aceras en diagonal y de los seres que rotan en la pecera en vertical. No
hablamos de todos sino de cada uno. Nos gusta todo de ellos, pero ellos no.
Otro día menos que termina en mes.
Todo es
ponerse a aprender a ser epigramáticos sin decir prácticamente nada que pueda
importar. Descifrar el mensaje sin aclarar el metraje. Aparecer por sorpresa
detrás de puertas cerradas que abren nuevos interrogantes. Colgarse medallas
que se convertirán en cadenas. Arrastrarse por campos sembrados de cadáveres
antes de lamer el tronco del arbusto menos seco. Reprogramarse para que la
inteligencia artificial se apodere del poco apéndice de dignidad que nos resta.
Brujulear y atarearse con formatos ilegibles en pos de una verdad apocalíptica
que nos aterrorizará mañana más que hoy. Son solo despojos, trozos de papel
escritos solo por una cara sin apuntes al dorso. Una brizna de tempestad entre
ráfagas de aire helado y asesino. Hacer los honores al ovante miembro del
cónclave que fue el único capaz de acelerar el proceso y no morir en el
intento. Partir en dos una llamada perdida hasta el limbo de lo innegociable.
Saber que se es pero no que se será. Poder creer en lo que se ve y también en
lo que se verá. En la actitud liminar está la puerta a la creación desde cero,
donde la humildad y la pura ignorancia se dan la mano antes de entrar. Otra
hora más que corre en blanco.
Hay un
continuo triquitraque que impide el sueño leve de la mañana. Después, el caos
absoluto del silencio sin razón aparente. Como si no estuviéramos acostumbrados
a que nadie nos oiga y quisiéramos remediarlo elevando la voz en el desierto,
proclamar alabanzas sin sentido ni destino no entra en nuestros planes
inmediatos. Auspiciaremos el hombro de los callados, que lo arriman sin remedio
ni remisión ante la batahola de graznidos y rebuznos dominantes. Es terrible
saber que aún seguirán siendo mayoría, y aún más que muchos y muchas le
otorgarán el predicamento que tampoco sabían que tenían. O eso creen. Entre
tanta infamia, el camino se endurece sin que los nubarrones tengan mucho que
ver en ello. Para concluir, habremos de decir que todo se reduce a esto. A lo
mismo. A lo ya sabido y por saber. Otro hombre más que perece en el intento.
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Noticia redactada por : J.J. Caballero
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