Han pasado ya una década de transición y otra década anterior prácticamente que tiré a la basura, en estas dos décadas he podido reflexionar que en mi cuerpo y mi mente han podido decidir y decir basta. También he podido observar que la vida y los años pasan muy rápido y he sacado a la conclusión que en mi anterior etapa no he logrado la felicidad que estoy obteniendo ahora que rozo los cuarenta. Me han servido de lección estas dos décadas y me examino cada día a mis miedos y a mis dudas, donde mi dosis de endorfinas, serotoninas y dopaminas me hacen ver la vida de otra manera, más real donde mi familia, amigos y sociedad me regalan su empatía y humanidad que junto a mi resiliencia hacen de mí, mis señas de identidad. La vida me ha enseñado a perdonar y a perdonarme, quiero ver la vida con los ojos de un adolescente, esa etapa que por circunstancias de la vida no pude disfrutar y sentir que esa etapa pudo ser maravillosa y no fue, como tampoco la entrada en la edad adulta llena de un maltrato psicológico y físico que sufrí personalmente y los de mi alrededor. Todo ha sido errático en mis emociones, no supe controlarlo, quizá me ha faltado esa chispa de romanticismo, al cual me culpo de no aprovechar esos trenes que pasaron delante de mí y esos trenes pasan una vez, ni van a pasar otra vez, ni lo espero yo tampoco.

Más me duele en el fondo de mi alma que no pude compartir con los demás mi amistad como lo hago en la actualidad por pudor o por vergüenza, lo bueno es que esta nueva apertura al ver todo el cielo azul y como todo niño con zapatos nuevos, aprovechar todas esas oportunidades que se me presenten de aquí en adelante. Fui en mi anterior vida un cadáver parsimonioso, donde elegí recluirme en la soledad de mi interior para martirizarme y ser sospechoso de un egoísmo del que fui participe, como aliado mis actos violentos por no tomar el camino correcto, por eso ese estado emocional donde me refugio en estos artículos llenos de puro sentimiento y de sensaciones de aires renovados, siento el espíritu como en la leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer el espíritu de Maese Pérez el Organista, ese estilo celestial al tocar esa música sacra que me hace motivarme de que la vida sigue, pase lo que pase y con todo mejor pronóstico es que este adolescente que anduvo entre la animadversión y el rechazo de estar en sociedad, siente ahora bien entrada la edad adulta la mano tendida que le ha ofrecido aquel que día a día se lo ha ido tendiendo y que luchó como el Quijote con gigantes molinos de vientos y que en aquel lugar de La Mancha que cambio por aquel lugar del norte de la provincia de Córdoba cuya gente que habita en él, son personas con motivo para poder volver a ese lindo lugar, donde la devoción por esa luz que nunca se apaga, se me antoja como un pueblo con un pasado esplendoroso y un futuro con lo que todo será más próspero y todo iremos detrás de la buena suerte. Me encanta la mezcla de emociones que siento cuando llego a ti, sin trampas, si tengo todo esto que soy, es gracias a ti, por soñarte tal cual te soñé, y quiero más saber de ti, quiero más de ti, quiero correr detrás de ti, seguir tus pasos, para ti, para mí, tengo algo verdadero que darte, mi alma. Somos esa simbiosis, esa mezcla homogénea, que se mezcla bien, ese trayecto que me llegan a cuidar de todos tus deseos, esa embriaguez de aquellos años de lujurias y de desperdicios, como no pude ser, me llevó a esos años de esclavitud, aquellos años que no pudieron ver tal y como soy.

Estoy esperando un aviso para enfrentarme al mundo de un modo neutral y ecuánime, sin ataduras, sin presión, donde mi perversión es hacerte feliz, mis mayores y mejores deseos es que nos podamos ver todos los días, a la misma hora y en el mismo lugar. Soy de la fruta prohibida y llegar al éxtasis de pernoctar contigo tal y cual Adán y Eva se vieron envueltas en aquel pasaje del Evangelio y de ahí se originó todo aquel Ítem Remanescente que representó la esperanza de la caja de pandora de Alicia en el país de las maravillas, aquel libro lleno de fantasías, pero también cargado de optimismo y una pizca de realidad. Dada la buena actitud, nunca se sabe el precio de un beso robado, pero si son de esos sinceros, yo también los quiero y diciéndole al mundo entero, que tu eres y serás la primera opción, la primera de todas, por cercanía y viéndote de lejos, cada vez te echo más de menos, no tengo más remedio que deberte una de esas noches psicodélicas y en plan cosmopolita agasajarte con planes perfectos que anulen mis imperfecciones, al igual que sientes tú, no te quedaron dudas de elegir por emocionarte conmigo para toda la vida, y yo seguir los pasos que me llevan a tu alcoba para meterme en tus sueños y ser parte de ellos para la eternidad.

Post-Data: “Los años perdidos son años que ya no volverán nunca más, pero los años que vendrán pueden ser de igual modo mejores si se saben controlar nuestros estados emocionales”.