Publicado el 15 de Septiembre de 2015, Martes Lourdes Paredes Cuellas
Opinión - Antes de entrar en materia me gustaría aclarar un punto: todos los colectivos humanos, tienen puntos en común, pero no son homogéneos. Partiendo de esta base caracterizarlos con precisión es difícil. Y este es el caso de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Cada orden, cada congregación, cada obra pía, cada monasterio, cada abadía y cada parroquia son un mundo, aunque todas comparten (por lo menos sobre el papel) una estructura jerárquica, el servicio a Dios y su dependencia (laxa muchas veces) del Vaticano.
Pero en este caso, lejos de centrarme en esos ejemplos de sacrificio y entrega a los demás, en esos casos de implicación social admirable, compartiendo las penas y las miserias de sus semejantes tal cual lo hizo Cristo, me voy a centrar en los "otros", esa parte de la Iglesia que parece que lo sabe todo sobre como vivir y que parece que vive en el siglo XVI, esos otros que parece que siguen teniendo más en cuenta el Concilio de Trento que la realidad.
Y es que esa facción (integrada a su vez por múltiples colectividades y singularidades) se pasa de lista a cada instante y a cada momento, no por nada, si no porque incurre en una serie de contradicciones evidentes. Si aceptamos como válido, que para dar lecciones hay que hablar por experiencia propia o lo más directa posible, este sector de la Iglesia haría bien en dar menos lecciones al respecto, entre otras cosas porque además se inmiscuyen en la vida privada de las personas.
Hay una serie de temas machacones y repetitivos en los que se empeñan en dar lecciones: la vida sexual, la sexualidad, la reproducción y el modelo de familia.
Vamos a ver ¿encuentran ustedes lógico que los sacerdotes nos digan cómo acostarnos con alguien, el género de ese alguien y la finalidad de ese acto? Se supone que tanto ellos como ellas, todos y todas, sin excepción, han hecho voto de castidad. ¿Pueden hablar por experiencia o hablan de oídas? Es posible que alguno o alguna, antes de ordenarse, haya tenido una vida seglar más o menos movida, pero suelen ser los menos, la inmensa minoría, tal vez sean esos y esas
los que nos puedan hablar al respecto, sobre todo si además se han tomado la molestia de formarse en ese campo. Pero no es lo más habitual precisamente. Aún así la Iglesia santifica las relaciones heterosexuales con el único y exclusivo fin de la reproducción. Nada más lejos de la realidad, no sólo por la diversidad de relaciones sexuales legítimas (entiéndase por tales las que mantienen los adultos con pleno consentimiento de ambas partes con independencia del género), si no porque si cada vez que mantenemos dichas relaciones pensásemos en tener descendencia, apañados estábamos: volveríamos a las familias de quince hijos y no debió quedar la gente muy conforme con ellas porque al final lo más corriente es que sean hoy día dos padres y los dos hijos/as. Entrando en el modelo de familia, como la Iglesia condena el divorcio y las familias monoparentales están mal vistas, queda claro por lo que apuestan. Si tenemos en cuenta que el 50% de los matrimonios acaba en divorcio, sumado a todos/as aquellos que son madres y padres solteros, vemos que de nuevo las altas jerarquías siguen viviendo en el siglo XVI, salvo, tal vez, el mismo Papa, que parece que vive en nuestros tiempos. Detalle: los miembros de la Iglesia católica no pueden contraer matrimonio ni formar una familia, aunque se hayan criado (como la mayoría) en el seno de una, luego ¿Están realmente capacitados para dar lecciones en esta materia? ¿Ustedes qué creen? Siguiente punto donde dan lecciones: el aborto. En esto menos que nadie pueden dar lecciones, puesto que dudo mucho que, al no poder tener relaciones sexuales, puedan hablar de si se debe o no poner fin a un embarazo no deseado, a las eclesiásticas no les puede pasar y los eclesiásticos no pueden ser padres de criatura alguna. No obstante, nos recomiendan encarecidamente que: mantengamos la castidad hasta el matrimonio, no tengamos relaciones sexuales fuera de dicho vínculo (para el que la Iglesia te tiene que dar el visto bueno), que no usemos métodos anticonceptivos eficaces (dicho sea de paso, algunos de dichos métodos sirven para prevenir infecciones venéreas, incluso en el seno del matrimonio, ellos verán como echan una mano a parar el SIDA), que nada de hacerlo entre gente del mismo sexo (bueno parece que de nuevo Francisco I anda levantando condenas hacia el colectivo LGTBI) y que si te han violado, tu vida está en peligro, el feto viene con malformaciones graves o no puedes mantener a lo que viene en camino, apechugues y no abortes. Hay otro punto espinoso. En este país, gracias a la influencia que ejerce la Iglesia en política, no te puedes morir dignamente. Como lo oyen: has de estar reventando con tu Alzheimer o tu cáncer terminal hasta el final, según parece Cristo lo ordenó así. Según parece… Pues no. Cristo en los Evangelios habló de dignificar el sufrimiento y de que la vida o la muerte es designio de Dios padre. Punto. Cuando hay un conflicto armado la gente muere por mano de sus semejantes y parece que si te pegan un balazo es por designio divino (al fin y al cabo el "pater" te echa las bendiciones cuando te meten en el hoyo, por algo será), aunque más bien es la mano de otro ser humano. Bien, partiendo de esta misma base ¿No podría ser designio de Dios que un médico con todas la garantías jurídicas y sanitarias fuera instrumento de su misericordia practicando la eutanasia? Pues según ellos, no. Te dicen como vivir, te dicen con quién, cómo y para qué tener relaciones sexuales y para colmo no te dejan ni morirte en paz. Eso sí, sobre como hacer negocios, chitón, ni mu dicen ¿Curioso eh? Esa parte del mensaje de Cristo se les ha olvidado. Pero como he dicho, en el seno de la Iglesia hay de todo, este escrito sólo describe a su ala radical y reaccionaria (la que tiene peso político, económico y mediático), porque todos sabemos que hay curas que juegan al dominó en el bar de la plaza del pueblo, que bautizan hijos de madres solteras, que se pasan el día en Cáritas, que cambian las jeringuillas de los que han caído en el infierno de la heroína para que no caigan en la pesadilla del SIDA, que no te preguntan con quién te acuestas o quién no si no que te preguntan cómo te va la vida, que tienen sacristanes gays y les da igual… Gracias a Dios que, en el seno de la Iglesia, hay gente como esa.
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