Félix Suarez

Peñarroya-Pueblonuevo - Opinión -

Nunca en mi vida llegaría a pensar que un gobierno en nuestro país llegase a tener veintidós ministerios. Los vaivenes de la política nos han llevado a esta situación en la cual, el electorado que vota, se encuentra fragmentado y dividido a tal nivel que, si se quiere formar gobierno, son múltiples las piruetas y maniobras que hay que realizar, entre ellas devolver los favores por anticipado repartiendo carteras ministeriales para tener a todos los apoyos contentos o, por lo menos, no excesivamente disgustados.

En todo caso, nuestra nación, se enfrenta de nuevo a un panorama de clara inestabilidad política puesto que, hasta cierto punto, parte de sus apoyos se han conseguido prometiendo algo que puede resultar difícil, por no decir imposible e incluso contraproducente de llevar a cabo.

No es la primera vez que la historia contemporánea de España se han prometido y concedido amnistías. Durante la Transición, fueron amnistiados los presos políticos del franquismo de aquel momento, al tiempo que, por otro lado, en la práctica se puso en marcha la ley de punto final para evitar juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos por aquel régimen que por aquella época periclitaba. Por tanto, una amnistía no es en absoluto nada nuevo y, recordemos, que en aquella amnistía de los años 70 fueron amnistiados también independentistas, algunos incluso colaboradores de la terrible banda terrorista ETA. Cierto y verdad, que el famoso referéndum catalán fue en contra de la legalidad vigente y de la unidad de la nación, pero si lo comparamos con algunas de las categorías de presos indultados durante la Transición, guste más o guste menos los “indepes” tienen un historial delictivo bastante menos sombrío.

Otra cosa bien distinta, es meternos en camisas de once varas a la hora de prometer tener en cuenta las aspiraciones de independencia catalanas, siendo precisos y hablando con propiedad, del independentismo catalán, que dudosamente contaría con el apoyo mayoritario en el Principado, en caso de que efectivamente toda la población adulta expresará su opinión al respecto. Pero miren ustedes, es que el tema de la unidad del país, tendríamos que haberlo dado por zanjado hace mucho tiempo y no hacer mercaderías con ello, si bien es verdad, que los nacionalismos con representación en las Cortes, no han dudado jamás en pactar con unos y con otros para arrimar el ascua a su sardina en momentos en los que la viabilidad gubernamental no estaba ni mucho menos clara, de esos polvos, estos lodos.

Por otra parte, también tenemos que tener en cuenta los retos que va afrontar este nuevo Gobierno, como son la inflación, el aumento de la desigualdad social, la reindustrialización de España (ya prometida en las elecciones de finales de 2019 pero que no acaba de aparecer por el horizonte), la soberanía energética y alimentaria y así un largo etcétera, postergado una y otra vez de la acción gubernativa de manera contundente y efectiva, no se sabe si por los intereses de los grandes grupos financieros nacionales y extranjeros o bien por lo que nos suelen contar los medios de comunicación de masas habitualmente: guerras aquí y allá, desastres naturales por un lado y por otro, la Unión Europea dice esto y lo demás y así una larga letanía para justificar esa especie de limbo o inercia en la que parecen sumidos nuestros gobiernos salvo para apretarles cada vez el cinturón más a unos españoles que cada día están más hartos y, al mismo tiempo, más desconcertados con la ingente avalancha de información de la era digital, con un empacho emocional continuo, a base de darnos sobresaltos y ninguna solución.

Ya veremos cuánto dura esta legislatura, si a Pedro Sánchez no lo dejan gobernar, pondrá como excusa que la derecha y el independentismo catalán de derechas no le han dejado hacerlo, puede hacerse la víctima y obtener una buena remesa de votos al cabo de un par de años de ingobernabilidad, tras lo cual, podría convocar elecciones que, dependiendo de cuál sea la situación económica del país, lo echarán o lo mantendrán en la Moncloa.

Así que como no tenemos una bola de cristal, damas y caballeros, no nos queda otra sino esperar.