Publicado el 15 de Febrero de 2024, Jueves Enrique Monterroso Madueño
Opinión -
Semana a semana
cuando me siento a hacer estos picotazos lo primero que hago es otear el
horizonte de eso que llamamos realidad, sentir la duda acerca de qué tema
elegir para escribir en clave de reflexiones para compartirlas con ustedes; son
tantos los temas que suscitan en mi interés, atención…. Fíjense, la valentía de
Sudáfrica que nos saca los colores a los demócratas, la vuelta de Trump que en
realidad nunca se fue, la poca vergüenza (en realidad, poca democracia) del
espionaje de pegasus a instituciones catalanas, la constitucionalidad de la
amnistía como moneda de cambio, el ascenso y caída de Podemos en tan solo diez
años, los cambios irreversibles en el clima…. Todo llama mi atención pero nada
tan humano, sensible y conmovedor como el consenso encontrado para modificar nuestra Constitución cambiando
una sola palabra para que donde pone disminuidos ponga personas con discapacidad. La redacción original del art. 49 de la Constitución dice: “Los poderes públicos realizarán una
política de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los
disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a los que prestarán la atención
especializada que requieran y…..” tralará tralará, ya me entienden.
No
me negarán que es un día histórico, un cambio terminológico que puede, que debe
suponer un importante avance en la percepción sociopolítica de la discapacidad.
Nada menos que dejar de considerarnos (yo me incluyo porque cantidad de veces
en mi vida me he considerado surnormal profundo como Manu Sánchez), dejar de
considerarnos personas enfermas, desvalidas, minusválidas….dignas de lástima. Una palabrita,
sí, pero una palabra que supone tenernos en cuenta como individuos y como colectivos. Las
palabras son muy importantes pues nos llevan a lugares precisos, a una
identidad no reconocida ni valorada socialmente. La palabra es el verbo, no lo
olviden .Dice el Evangelio según San
Juan que “en el principio fue el verbo….y el verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros”. Ante la reforma del artículo 49 de la Constitución, el escritor Alex
Grijelmo nos advierte de que toda palabra delicada que sustituye a otra que se
desprecia como ofensiva acaba volviéndose ofensiva a su vez, transcurridos unos
años. Para decir esto él se apoya en la teoría del efecto dominó que se produce
con los eufemismos; efectivamente, discapacitados suena mejor que disminuidos o
minusválidos. La poesía, las palabras
bellamente dispuestas, pueden ser, efectivamente, o bien un arma cargada de
futuro como decía Celaya o ser pasto de la táctica moderna de lo políticamente
correcto.
Fijémonos
por ejemplo en la palabra “viejo”, una expresión de respeto que se convirtió en
peyorativa, y se sustituyó por “anciano”, que tiempo después también dejó de gustar. Se inventó
entonces lo de “personas de la tercera
edad”, que igualmente se volvió inadecuada. Y ahora nos llaman “personas
mayores” o “nuestros mayores”. Y seguimos siendo discapacitados todos, por
supuesto. Ojito pues, que de mongolos
pasamos a retrasados, de retrasados a
subnormales, de subnormales a minusválidos, de minusválidos a disminuidos, de
disminuidos a personas con discapacidad a partir de ahora, pero aún no hemos
llegado a lo definitivo: que nos llamen personas con diversidad funcional que,
en realidad, es lo que verdaderamente somos todos y todas. ¿O ustedes no se
consideran torpes, lentos, piraos, negaos, zopencos, ennortaos….? Yo es lo que
más veo a mi alrededor.
Reformar
la Constitución para evitar cualquier daño a quienes merecen toda nuestra
atención y empatía es una iniciativa loable. Pero
el asunto está en que las palabras remiten a conceptos y los conceptos hay que
creérselos en principio y luego actuar en consecuencia. Y aquí tendremos la
piedra de toque. Siempre cito, llegado a este punto, a Romanones que solía
decir: “hagan ustedes las leyes que yo haré los reglamentos”. Gobierno de
España, quedamos a la espera. Atentos.
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Noticia redactada por : Enrique Monterroso Madueño
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