Publicado el 15 de Diciembre de 2022, Jueves J.J. Caballero
Cultura -
En el pecho suenan más los golpes que en cualquier otra
parte a la que no tengan acceso los sentidos. Golpes que son cataratas de
rencor, atisbos de una vida futura sin avistamientos de tiempos peores. Es la
ola, la séptima, precedente de la octava y consecuente con la novena, que ataca
con fuerza suprema el alma de los archipámpanos día y noche entregados a causas
sin final aparente. Perecerán en el intento o palidecerán de contento. De
repente todas las voces discordantes, los roces disonantes y los goces
discrepantes se aúnan en un único grito, en el unívoco resumen de
acontecimientos pasados y presentes. Son las lenguas las que asesinan las
palabras, no los lenguajes los que aprisionan las frases. No habremos de
aprender nunca mientras la estupidez haga saltar las alarmas del vecino, sin
que sigamos pendientes de la última bocanada de escoria salida de cualquiera de
nuestros aparatos. Seres muníficos, llenos de luz y esplendor, nunca bien
apreciados por el prójimo. Al próximo que se pronuncie al respecto se le
sesgará de un tajo el paladar.
Creer
en los inminentes reencuentros como salva de salvación. Anunciar la nueva
venida del hombre bueno, omnipotente y omnímodo, dechado de virtudes cuyo
fenotipo se muestra capaz de absorber todo lo bueno y lo malo a su alrededor.
Ojalá fuéramos capaces de arrodillarnos ante su poder, cuando a todo lo que
podemos aspirar es a encabritarnos detrás de su proceder, el mismo de todos
estos años, cuando la letra se escribe con sangre y entra con sudor. A las
lágrimas me remito, mientras se dedican a sollisparse corazones cándidos que
jamás verán la sombra de la venganza tras las nubes. Son, serán y fueron lo que
una vez decidan que decidirán. Estarán aquí solo por no moverse allí. Vivirán
peor de lo que creyeron que era mejor. Nadie les hará saber que la verdad tiene
más de un camino, y que a veces este se bifurca en infinitas ramas y raíles por
los que es imposible transitar. De ahí que los que ahora estamos clamando en el
desierto no seamos capaces de proclamar a cielo abierto. Me refiero a lo que no
se puede referir, lo prefiero a lo que no se debe rehuir. De grandes sepulturas
están los camposantos repletos.
Espíritus
desmazalados a los que falta un hervor. Rostros avejentados a los que sobra un
candor. Resistir es vencer. Vencer es redimir. Redimir es poder. Poder no es
querer. Quererse es rendirse a la evidencia. Muchos podrán hablar y no parar,
varias deberán quejarse hasta reventar. La única vía disponible es la muerta,
el único día legible está en la puerta. Las agendas rebosan de momentos
prescindibles a los que nos entregaremos sin demasiado ánimo, como un placebo
transitorio o un analgésico indefenso. Prometido: Llegaremos a un estado en el
que la eudemonía brille por su presencia, defendiéndose de nefastos fastos
indefendibles y autoerigiéndose en el único sistema social posible. Entonces
los renegados de la causa tendrán que reafirmarse en la pausa, necesaria para
acotar los términos de la rendición. Se avecinan procelas poco ruidosas,
encalladas en las montañas más remotas del paisaje y dispuestas a bramar con
estruendos y estallidos aún menos audibles. Igual que casi todo, que pasa ante
nuestros ojos y resuena ante nuestros oídos sin que oigamos ni veamos ni
pensemos en que algo así pueda existir. Todos los días es lo mismo, hay cosas
que no deben cambiar. O en todo caso, ¿para qué?
Ni un
millardo de divisas podrían augurarnos un paseo tranquilo por el desfiladero de
los deseos ocultos. Ni un solo trique en la lejanía debería apercibirnos de que
algo nuevo y desconocido está aproximándose con sigilo y autosuficiencia. La
noche puede acechar con otros entes, taimados e íntimos, que consigan mover
resortes que de otra manera permanecerían agarrotados a cal y canto. El
contraste rosicler de la aurora y el crepúsculo convertirá los sueños en fruta
cruda y nos alimentará de ellos, previamente hibernados al finalizar un
pantagruélico banquete al que no fuimos invitados. Se esperaba que fuéramos
expulsados del paraíso, pero no de esta forma. Podríamos haber sido espiados en
el infierno, pero no a este precio. Todo lo que podamos decir sería utilizado
en nuestra contra. Para que no podamos defendernos sin ser atacados, para que
no sepamos contenernos tras ser amados.
Disco del mes: Vuelveteloca - Sonora
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Noticia redactada por : J.J. Caballero
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