Publicado el 19 de Enero de 2023, Jueves J.J. Caballero
Cultura -
Tiempos nuevos, tiempos
benévolos; tiempos viejos, tiempos salvajes. Es la eterna dicotomía, el
pretérito latido que nos mantiene vivos y suspirando. Respirar ya es harina de
otro costal y faena para otras mentes privilegiadas. Si no sabemos ni queremos pensar,
podremos despertar algún día y escuchar otras palabras que hasta ahora habíamos
obviado. Abro el pestillo y descorro las cortinas a la lluvia que no llega a
mojar. Tendré que volver a heñir los recuerdos y aplastarlos con el rodillo de
los pensamientos impunes. Hasta aquí puedo leer. Hasta allí quiero correr.
Desde ahí espero volver. No son solo vientos de cambio los que nos asolan,
también falsas campanas de poder y extraños saludos desde lejos, algunos con la
mano abierta con la que les gustaría golpearnos. Prefiero quedarme al margen,
aparte y amasando la mejor parte. Ni se me pasa por la cabeza alternar mis
acentos con sus aproximaciones, ni mucho menos inmiscuirme en sus asuntos
inútiles.
El rigorismo me impide ser
objetivo pero sí objeto de renuncia. La denuncia se anuncia ya en primera plana
y en último plano. En los días por venir solo buscaré un refugio, aunque sea
dentro de mí mismo, para protegerme de los ruidos pero no de los sonidos. Estos
son buscados a propósito, aquellos ignorados aposta. Si todos mis colombroños
se empeñan en seguir adelante en mi nombre, todo es cuestión de agradecerles la
faena, buena o mala, según juicio impopular. Suenan y no cuelan. Vuelven pero
revuelven. En el armario ya no vive nadie, salieron todos los esqueletos a
pasear un espíritu falso del que jamás consiguieron apropiarse. Y por cierto,
eso de la adecuación y la adaptación es solo un cuento chino para niños
japoneses. La latitud es incorrecta, la aptitud es inconexa. Cueste lo que
cueste, saldremos adelante y escalaremos montañas mucho más altas que la que
dejamos atrás. El camino sabuloso nos sabrá a gloria una vez recorrido por
todos los márgenes.
Padezco de nosofobia e ignoro
cuál será el próximo mal que contagiaré. Parezco una estatua a la que hacer
preguntas, un bien ganancial con espacio reservado en el salón, apenas una nota
en la pared de la casa del vecino. Nada que pueda jugar al despiste cuando está
todo más que claro. Superen esta independencia si pueden, la verdadera, no la
del colmado de la esquina, sino la del gran almacén de nuestros pecados.
Intenten alegar daños colaterales y solo conseguirán destrozos naturales. Si no
es el sino será el camino, y si no fuera por el destino sería por el desatino.
Provoqué el penúltimo incendio en el porche y sigo esperando que traigan más
leña para avivar el fuego, que no se diga que no sé terminar el trabajo. Únanse
si lo estiman oportuno, a la fuerza tendré que seguir afanado en mis propias
miserias, que para algo están ahí incordiando día sí y día también. No se
extravíen por esos andurriales de dios o del diablo, que los ángeles acechan
con sus tonadas tristes y nocturnas para desviarles del verdadero pensamiento
único. El que dice dónde y cómo están las cosas a día de mañana, pues el hoy
desaparece y renace en forma de ayer. Anteayer y pasado mañana vendrán a
reportar las noticias perdidas que a nadie interesan. Será porque no sacamos
entrada para la nueva arlequinada que no nos han dejado la ropa adecuada en el
umbral. En toda la ecúmene y a través de cualquier otra tierra perdida habremos
de aposentarnos.
Jautos, planos y carentes de
aristas con las que defendernos asolamos el pazo y adoramos el plazo. Nos gusta
sentirnos necesitados y aún más el sabernos necesarios. Para estar y no ser,
para poder y no saber, para hablar y no pronunciar. Decir nada que pueda
molestar y no asegurar algo que quieran escuchar. Nadie es dueño de nadie ni
esclavo de sus palabras, no se dejen engañar por el silencio bien estudiado.
Esto no es más que una reunión de almas nefelibatas, inconscientes y puras en
su propia impureza. Invitados están a la festichola que incluirá un carnaval
privado para el que no se requiere disfraz. Bastante tenemos con nuestra
presencia. Los himnos idolátricos que cerraron la ceremonia pasada ahora se
retuercen entre los dientes y los gestos de desesperación afloran inútiles
entre los dedos de los pies. Son solo partes del universo, apuntes físicos en
medio de una debacle local. Háganlo extensivo al contexto deseado, seguro que
no fallan en sus presentimientos.
Disco del mes: Menta – Un momento extraño
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Noticia redactada por : J.J. Caballero
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