Se acerca la festividad de San Isidro y los vecinos de la Aldea de Cuenca se disponen a organizar los preparativos de la fiesta con ilusión. Hace casi treinta años que celebramos en Cuenca la Romería de San Isidro. Las ganas de romería estaban presentes en nuestro vecindario, y fue Antonio Trujillo, alcalde en esos momentos, el que animó a la construcción de la Ermita, algo en lo que todo el pueblo colaboró con gran entusiasmo.
La Carroza que acompaña al Santo se prepara con esmero. Este año, Marta Molinillo y Ana Rodríguez han conseguido una excelente colaboración para engalanar la carroza con mazorcas de maíz, alpacas y girasoles, ovejas y cochinos, y tantos otros detalles que evocan el medio rural en el que vivimos. La agricultura y ganadería están más presentes que nunca en esta Romería de 2024, en homenaje a la lucha que libran agricultores y ganaderos en defensa de sus derechos y del medio rural.
El día señalado se acercan romeros y romeras al punto de encuentro, la Iglesia del Salvador. Hoy el Patrón y San Isidro están de estreno y lucen sus recientes restauraciones con esplendor. Trajes de flamenca, lunares y flores, peinas y mantoncillos se mezclan entre el gentío, resaltando la belleza de las Cuenqueñas. Todos acompañan al Santo en el camino hacia su ermita. El campo está exuberante, los colores se entremezclan, el verde está por irse y el amarillo por llegar, y la vista se pierde entre trigales y miles de flores que saludan al Santo. A la llegada de la comitiva suena la campanilla anunciando que comienza la misa en su honor. Una celebración animada por un coro de mujeres que entonan bellas canciones y hacen más amena la homilía que dirige el sacerdote.
Finalizada la misa comenzamos con la comida y la bebida. El vino, la cerveza se acompañan con los arroces, el jamón, el cordero y el lechón. Alimentos vinculados a nuestra dehesa, donde pastan los rebaños de ovejas, y los cochinos dan buena cuenta de las ansiadas bellotas. Una dehesa centenaria, donde vivieron y trabajaron nuestros ancestros. Que de ellos hemos heredado y, como ellos hicieron, seguiremos defendiendo con fuerza y determinación. Es una jornada de convivencia, en la que se habla de cómo será la cosecha, este año, que se presupone muy buena. Se recuerda, con nostalgia, romerías pasadas, y aquellos que este año no han podido venir y sobre todo a aquellos amigos que se fueron para siempre.
Cada encina abraza una reunión, siempre la misma. Como si cada encina hubiera adoptado a un grupo de amigos, o un grupo de amigos hubiere adoptado a una encina. Encinas centenarias, que han formado parte de nuestra historia y desde hace unos años, de un grupo de investigadores de la Universidad de Córdoba. Este grupo dirigido por Jesús Jorrín Novo, ha secuenciado el genoma de la encina por primera vez en el mundo. Ha sido una encina de la Dehesa de Cuenca la que ha aportado flores y bellotas para culminar con éxito este trabajo tan importante.
El sol va cayendo sobre el horizonte, los niños saltan en el castillo hinchable y la música comienza a sonar. La barra se llena de gente para seguir con la celebración, servida con simpatía por Mari Carmen y Merce, que atienden con buen agrado a vecinos y forasteros. A la pista de baile van llegando grupos de amigos con ganas de diversión y la juerga se alargará hasta la madrugada. No faltará una buena candela, si el tiempo lo permite, para abrigar la fría madrugada.
Muchas partidas de amigos continuarán el domingo con la celebración, intentando alargar lo más posible estas jornadas de convivencia y buena sintonía. Una hermosa tradición que esperamos celebrar por mucho tiempo en nuestra querida Dehesa de Cuenca. ¡Qué Viva San Isidro y Viva el Campo!
Josefina Molinillo García