ARENAS EN LOS BOLSILLOS
Apoyado en la pared de una estación de tren de madrugada, veo la vida pasar a través del andén, trago saliva lentamente, mientras la escarcha cae sobre la vampírica noche y de paso sobre mi cabeza, tomo aire y expiro vaho, de repente cogí de mi bolsillo del pantalón rasgados por las rodillas un billete que ponía “viaje de vuelta con destino al origen”, saqué de mi ajetreada maleta, más rodada que el baúl de la “Piquer”, una carpeta de color azul de gomillas, empecé a sacar papeles y documentos, repasando los sitios en donde no pude asentar la cabeza, los curriculum que dejé en cientos de empresas, otros tantos que envíe por correo electrónico, las vueltas que pude dar por buscar un lugar donde poder llenar los armarios y demás huecos de una casa hecha de ilusiones, pero sólo pude llenar mis bolsillos de arena, de una tierra prometida que jamás podré pisar.
Me estaba dejando llevar por la nostalgia y me fui a sentarme a un banco de la estación para asimilar mejor el naufragio de mi futuro incierto. Era las dos y media de la madrugada y el frío me calaba los huesos, para matar mis ansias me encendí un amargoso cigarrillo, lo encendí pausadamente, que el algodón de la nicotina entrase lentamente por mi boca, tragarlo y soltar todo el humo que hasta ahora estaba vendiendo a mi familia y colegas del pueblo de que la cosa me iba bien. Iluso eso es lo que era, un entusiasta que caminaba al filo de la navaja y que volvía compungido al lugar de origen, esparcí mis dos brazos sobre el gélido banco y me dije: “Que pena no poder soñar con llegar a casa del trabajo y encontrarme las luces de casa encendidas esperándome mi mujer y mis hijos”. Puro teatro, lo mío era puro teatro, quimeras de arlequín, soy un loco, bohemio y trasnochador de utopías, hay cosas en la vida que piensas que están a mil kilómetros de ti y lo tienes solo a un palmo de tu nariz, cosas que verdaderamente te hacen grande, eres un lelo me dije a mi mismo mientras, una operaria de la limpieza pasaba la máquina de limpiar sobre mis narices, no hay lugar para los que besan tanto la lona me dijo ella así de directa, pareció leerme el pensamiento aquella respetable mujer, la madrugada se iba metiendo cada vez más en mis huesos, me levanté del gélido banco y pulse de la máquina de refrigerado una lata de refresco, el primer sorbo que di a esa lata, mis ojos se enrojecieron y me saltaron algunas lágrimas, pero no era del efecto del refresco, era del recuerdo que tenía de mi infancia cuando todo no era problemas, que pena no poder meterse en una máquina y viajar al pasado, no es tiempo de lamentaciones, oí de repente esa frase de una persona mayor que se sentó a mi lado, el ser humano debe de andar siempre al filo del alambre, para poder sobrevivir, no hay gloria concebida sin haber pasado antes por la arena del desierto.
Cuando volví la cara para poder decirle a la persona mayor unas palabras de agradecimiento, ya no estaba, había desaparecido, como la madrugada, era las siete menos diez, y el viaje hacía el origen estaba a punto de embarcar, poco a poco, me iba haciendo a la idea que todo iba a ser cuando era más joven, pero ahora ya iste por volver al lugar de origen con sólo poder llevarles algo a mis padres cada más viejos, pero solo pude llevarle una maleta resquebrajada y vieja con ropa mal oliente todavía por lavar. Cuando llegué al pueblo me encontré todo como lo dejé, mis amigos algunos tenían trabajo y otros como yo no tenían esa suerte, pero todavía me quedaban balas en la recamara, aunque algunos golpes habían sido muy bajos, mi presentimiento era que aún más bajo no se podía caer y que sólo el que pierde es el que aprende y que para llegar al edén solo hace falta tener paciencia y trabajar duro, son tiempos difíciles y que no tenemos tiempo para lamentarnos y no quiero tampoco lamerme las heridas. Estoy en lugar idóneo y dónde quiero vivir y estar, esté como esté la felicidad empieza cuando se quiere uno a sí mismo y que todo lo demás amor, trabajo, salud y todas esas cosas que hacen que vivamos vienen solas y que otras personas quizás estén peores que el protagonista de este artículo, pero el lugar de origen no es ningún fracaso si vuelves de un lugar, del cual no has triunfado. Simplemente es emprender y darle un nuevo rumbo a tu vida y quizás ese cambio empieza por darle sentido a tu vida. No te desanimé y descubre que cada día es un día diferente para llevarte a tu terreno lo mejor de ti mismo.
POSDATA: “Estoy muy orgulloso de haber vuelto al lugar de origen, es como la parábola bíblica del hijo prójimo”. SDC.