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Volvemos a la década del 2000

Mala memoria tenemos. Aunque, ¿Qué clase de memoria podemos tener con el móvil en la mano todo el santo día? Nos bombardean con novedades a cada rato, estamos en shock y sobresalto, no nos dejan espacio para la reflexión y el recuerdo.

 Voy a hacer memoria. Hace veinte años todavía tenía pelo, pesaba 10 kg menos y estaba terminando la carrera. Nuestro país era el de la “España va bien” y las principales preocupaciones oficiales del pueblo eran el terrorismo, precio de la vivienda y la inmigración, por no hablar de lo caro que estaba todo desde hacía dos años con la llegada del Euro, el blanqueo que capitales encubierto (afloró dinero negro a espuertas que se blanqueó con ladrillo) y el dichoso redondeo al alza. Como consuelo: contratos precarios, crédito y fútbol.

¿Qué pasa hoy? El sistema económico es el mismo, la precariedad no cambia, los precios asfixian, la vivienda por las nubes, la industria en agonía, el campo fastidiado hasta la médula y… Mandan los mismos (los poderes económicos, los de aquí y los internacionales). El 15M y Podemos quedaron en nada, la “izquierda” hoy es sólo una versión del PSOE pero con esteroides en sus principios (esto me recuerda a Llamazares), la ola de cambio que llegó con la gran recesión ha quedado en nada o casi nada. El sistema anula a sus amenazas, es condenadamente eficaz para ello: tiene a los medios de comunicación de masas y al Estado de su parte. 

Hablando de anular a sus amenazas, hay tácticas y tácticas. Una de las que más emplea es la del divide y vencerás y hoy emplea varias de ese estilo: supuestas izquierdas y derechas (olvídense, una vez que entran en el Congreso, montan un teatro y a correr), masculinidad contra feminidad, heterosexualidad contra otras orientaciones, mujeres transgénero y cisgénero, los de aquí y los que llegan de fuera… Hay surtido variado, pero es que es el mismo surtido de hace veinte años. Y volvemos a picar. Nos roban la memoria y sin memoria presente en el pueblo, se ahorran el esfuerzo de inventar nuevas tácticas, porque tropezamos en la misma piedra una y otra y otra y otra vez.

De todas estas, la que tal vez está teniendo más impacto es la del de “los de aquí y los de fuera”. La población crece, especialmente en las grandes urbes (Madrid y Barcelona han crecido como nunca y experimentan el mayor crecimiento de toda la Unión Europea) a fuerza de inmigración. Con franqueza, no tengo nada en contra de quien venga a buscarse el pan honradamente, ni lo voy a tener, pero es que aquí hay doble trampa. Una trampa muy francesa. Sí, España va camino de tener un panorama como el de Francia. Los nativos y los asimilados/integrados (iberoamericanos, europeos y asiáticos orientales, en general) por un lado y, el resto, como mano de obra barata y conflictiva. Es un juego atroz: llega gente de otras culturas de difícil asimilación y, si llegan en cantidades apreciables, los ponen como blanco de las iras del resto por los bajos salarios y la precariedad. El de aquí, el que comparte nuestra cultura desde origen y el asimilado está alienado y explotado y el de las culturas de compleja asimilación, se siente explotado y rechazado, con sus expectativas destruidas y su cultura como refugio, pudiendo surgir guetos físicos y culturales. Pero ¿Están en el fondo todos en el mismo barco? Claro que sí. Son explotados por el sistema sin miramientos y suelen pertenecer a la clase obrera (con suerte también a la media), pero entre sus diferencias culturales y el maquiavélico juego del sistema, no hacen causa común, sino que se refuerza la posición de privilegio que disfrutan las élites. Dividen y vencen: tienen a los de abajo sometidos y peleados entre sí.

Es triste, es duro, pero nos la están colando de nuevo con las mismas tácticas y, no es por ser agorero, pero tras los ciclos de crecimiento, vienen las crisis y las recesiones, vacas gordas, vacas flacas.

En suma, la fiesta se la están montando los de siempre, con los métodos habituales y en tres años la factura de la fiestecita la vamos a estar pagando los de a pie, para variar. Nadie es profeta en su tierra, dicen, pero permítanme serlo un poco y veremos lo que pasa, para ver si me equivoco, o si tengo razón, pero como dice el refrán: “a la colada, salen los carbones”.

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