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MAYO

Poco a poco y con pereza, se fueron alejando las madejas grises de las nubes, que este año han dejado un diluvio con más daño que beneficio. Mayo, entronado en la primavera, consigue renacer en todos el ánimo, que se encontraba envuelto en sábanas de tristeza aletargado por la opaca luz ambiental retenida en los espejos del alma. Los campos se visten de coloridos virginales y fragancias desprendidas de los pétalos nacientes de las estrellas de la tierra que son las flores, como si fuera el primer día de la Creación. Tan sólo llora el almendro que por su mucho madrugar, escoltado de bello vergel pronto morirá. Mientras, en los atrios bucólicos, en los rosales floridos,  desgrana su cántico -como dice el romance- la calandria y responde el ruiseñor. Y cómo no, el dios Eros inyecta en las venas de los vivientes unas gotas afrodisíacas que nos impulsa a sentirnos locamente enamorados, haciendo brotar de muchos labios: “En mayo te conocí, amor, y en mayo vivo permanentemente.”

Dos blancas palomas surcan el cielo azul y en su etéreo vuelo van a posarse sobre la ermita de san Isidro. Se arrullan, rozan sus picos y luego cantan. Es la primera pareja de romeros que llegan a ofrecer su alegría al santo. Son las precursoras de los romeros y romeras que vendrán después a ofrendar, acompañar y dar gracias al bendito labrador que con su vida ejemplar fue modelo de humildad, que con superior naturaleza lo ensalzó sobre muchos otros que quedaron apegados solamente a los surcos de la tierra.

Ya es día 15. La diana nos invita a pasar una jornada alegre, en hermandad, dejando a un lado los rencores, las preocupaciones, las envidias, y tantas y tantas cosas con que nos entorpecemos los humanos.

¡Ya se acercan!  A lo lejos, por el camino un colorido gentío viene cantando y bebiendo con carretas, caballos y otros a pie, todos contentos a postrarse ante el altar del santo. 

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