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Hoy es Lunes, 01 de Abril de 2024
EL ÚLTIMO ILUSIONISTA
Publicado el 07 de Marzo de 2024, Jueves

Sergio Delgado Cintas

EL DIVÁN -

Mientras duermes y el pueblo está callado, hay un reguero de sangre que permanece en la acera de la casa de enfrente, no hay motivos para soñar, la familia despide al féretro y ni si quieran lloran, ni tampoco visten de luto. Parece ser que era un hombre obstinado en vivir en la intemperie de una novela negra con mal fin, hablando solo por la calle y sin ningún tipo de interés que mostraba las personas que lo merodeaban en la plaza del pueblo, entre cartones y vida insana para los pulmones en invierno y la cabeza para verano, pasó atrapado en su oscura vida, todavía huyen los que lo maldecían cuando se ponía a pedir en las grandes superficies y no tenían consuelo de él, solamente su familia no repudiaban de él, su mujer y su hijo le dedicaban un tiempo perdido cuando le echaron de su trabajo, hay empezó sus precariedades, la mendicidad era el primer punto de partida, desde ese preciso momento que le echaron de patitas en la calle empezó sus penurias y derrumbe. Construyendo sueños y castillos en el aire le iban cerrando las puertas de todos los sitios, solamente le consolaba el amor que le profesaban su esposa y su único vástago. La vivienda en la que vivía se caía a pedazos, no sabía cómo hacerse fuerte y buscar sentido a sus pasos, este pobre hombre no tenía donde caerse muerto, y los vecinos y ciudadanos del pueblo mirando hacia otro lado. Su pan caliente era las monedas que le echaban los transeúntes y un alicaído corazón que lloraba por las noches por el futuro de su hijo, notaba que había mal rollo entre su mujer y él, todo por no tener trabajo y una estabilidad que, si tenían lo de su quinta, ahora pasan por su lado y lo miran por encima del hombro.
Se le va acabando la paciencia al hombre que un día lo tenía todo y lo acabó perdiendo en un abrir y cerrar ojos. Algún día el hijo buscará las respuestas a las preguntas de su padre, porque murió en la acera al lado de casa, quién habría provocado tal catástrofe y habría puesto punto y final a su maldita vida, las malas compañías son las mejores decía el hombre, “A la vuelta del mercado, vuelve la guerra fría” era su lema recordando a una estrofa de unas de las canciones de Joaquín Sabina, su artista favorito. El momento del adiós nunca se sabe, algunos se despiden antes de tiempo y otros no, pero el del caso del que estoy escribiendo es de algo insólito, como un hombre desde lo más alto podía caer tan bajo, la divina comedia en cero comas dos en estado puro, pero elevado al cuadrado, por eso los cuervos son los únicos que pueden resucitar. El hombre de la plaza como se le recuerda en el pueblo. Su infancia era la de un niño feliz, creció con todos los caprichos, provenía de una gran familia, no del todo acomodada pero lo que no era cierto que pasarán calamidades. Los sueños de adolescencia poco a poco iban haciéndose realidad a medida que escalaba por la mayoría de edad, cuando llegó a los dieciocho ya estaba trabajando en la fábrica donde trabajaba su padre, se casó a los veinte y tuvo a los veintiunos a su primogénito, a su bastón donde se sujetaba en sus peores momentos junto a su mujer, pero cuando lo pusieren en la puerta de salida en el 2007 empezó las vacas flacas y la epidemia con gran flaqueza para él y para su familia.
Podría luchar todavía por salir adelante, pero ya es tarde, podemos lamentarnos de su muerte, pero nadie querría ocuparse de su situación, todos miramos hacia otro lado si no lo vivimos de cerca, la bandera de la solidaridad la sacamos cuando la cosa se va estrechando y se va cerrando nuestro circulo más vicioso. Este hombre vivió en la más extrema necesidad, necesitaba el aliento de alguien cercano, de su familia, de su gente, de sus amigos, pero como decía él con humildad; “Que tenían que cumplir con sus obligaciones”. Tal vez lo que nos hace grande no es muy difícil de ver, pequeños gestos pueden salvar vidas y alegrar el bienestar nuestro y el de los demás, por eso este hombre se ilusionaba cada día con que su suerte algún día diese un vuelco y encontrase un digno trabajo para sustentar a su mujer y su hijo y llevará una vida aseada y libre de impagos, deudas y neveras vacías. La mañana de su muerte, salió como todos los días a pedir a la plaza del pueblo, unos vándalos le quitaron las pocos monedas que tenían y por la noche cuando se iba para su casa al cruzar la esquina y a punto de llegar a su casa, unos energúmenos le propinaron una paliza que le dejó allí tirado en el suelo al borde de la acera con un hilo de vida y un reguero de sangre, pero cuando se dieron cuenta ya había fallecido.
Su mujer viendo la hora, se suponía lo peor, el reloj marcaba las diez de la noche y las campanas de la iglesia daban las señales horarias, su hijo en ese mismo instante salió a la puerta y alertó a su madre que un hombre estaba tirado al otro lado de la acera, cuando le dieron la vuelta vieron que era él, todo el mundo se le vinieron abajo a la mujer y al niño, ya no había vuelta atrás, llamarón a la ambulancia y al rato se personaron la policía y la guardia civil, donde los médicos, solo podían certificar su muerte y lo pusieron en manos del forense. Después haber pasado un par de años de su muerte, su mujer y su hijo viven de otra manera, ha tenido que pasar una desgracia para que esa mujer y ese crío cambiaran radicalmente de vida, eso tiene las cosas que la humanidad hace sin avisar, destruye la faz de la tierra y deserta a las buenas personas, esta humilde persona buscaba el porvenir y el futuro de su familia, pero sus malhechores duermen entre rejas que es donde tienen que estar los que hacen un mundo más ruin y más cruel. El tiempo busca a veces su cordura, el tiempo necesita a veces un “reset” para poder empezar de nuevo y limpiar las malezas que le deja la mano del hombre, por eso el tiempo nos pone rojitas las orejas, el tiempo no entiende de días ni de horas, pero sí de respetar y apoyar al prójimo.
La noche en la que mataron al último ilusionista, se fue esa noche un gran hombre, nadie supo de sus hazañas y de sus idas y venidas, de ser un gran compañero de trabajo, un gran marido y un magnífico padre, por lo tanto su hijo le honra y le lleva cada mes un ramo de flores a su lápida y su mujer afligida, rehúye de todos los focos mediáticos de ser la comidilla del pueblo al haber rehecho su vida con un hombre similar al que se fue, es ley de vida aunque algunos no lo quieran ver y vayan y critique a esa mujer. El chico ya mayor empieza una etapa que le recuerda a su padre, ya empieza a entender la vida, tal como la entendía su padre, por ello quiere seguir a día de hoy sus pasos, estudia para honrar su nombre y sus apellidos, a punto de entrar en la universidad, quiere estudiar derecho para poder defender en casos como el de su padre, a todas aquellas personas que solas no se pueden defender, débiles y sin ningún punto de apoyo, ese fue la determinación que tomó cuando vio a su padre hallado en el suelo y con lágrimas en los ojos viendo el cuerpo sin vida de su padre, magullado y con múltiples heridas en el cuerpo y la cabeza.
La conciencia de saber que alguien lo está pasando mal, es la que nos tiene que hacer aún más grande y evitar graves consecuencias, hay que crear ilusión a los demás, facilitándole una vida mejor y más prospera, ya sabemos que tenemos nuestros problemas, pero si podemos evitar historias como la he contado podemos salvar vidas y llenar de afectividad y positivismo a la sociedad, eliminemos esta lacra contra la pobreza y ayudemos a los que de verdad más lo necesitan, aunque algunos casos no sean tan creíbles, la gran mayoría necesitan además de un abrazo, un porvenir mejor y eso depende de nosotros y de las grandes instituciones, para hacer el caso del último ilusionista, en el último. En honor a su nombre debemos de honrar su nombre, allá donde esté, hagamos de su historia un enorme obligado cumplimiento.
Postdata: “La pobreza no la crea la gente pobre. Ésta es producto del sistema que hemos creado, por ende, hay que cambiar los modelos y conceptos rígidos de nuestra sociedad”. (MUHAMMAD YUNUS).

Noticia redactada por :

Sergio Delgado Cintas

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