Caminando el otro día por el campo observé que en el cielo había unas nubecillas negras que entristecía la tarde de paseo, pero me alegraba a la misma vez también, porque a la par que mis pisadas eran más largas, síntoma que cada vez más cerca se aproximaba la lluvia. Las primeras gotas hacían acto de presencia sobre mi cabeza, después se desplazaron por mi chaleco y poco a poco por toda mi ropa, cuánto más llovía más alegre iba yo levitando por el sendero que me llevaba hacía la Cruz del Peñón. Un rebaño de ovejas corrían buscando cobijo, una yegua corría desbocada encontrando refugio en algún lugar, mientras tanto yo seguía mi camino por la placa solar que me anunciaba que ya me quedaba poco para llegar a la cima, sólo una curva y después una pequeña escalada por las rocas hasta llegar a la Cruz del Peñón de Peñarroya símbolo de este pueblo, mientras mi olfato olía a tierra mojada, ese olorcillo estremecedor que anuncia el frío de finales de Octubre, ese mes que nos adentramos en pleno Otoño y mes de mantas en las camas y braseros y enagüillas en el salón de los hogares. Me gusta el olor a tierra mojada en el campo, lo capté cuando antes practicaba running y ahora lo palpo cuando voy caminando, siempre dicho olor me ha sentado como un afrodisiaco y me ha puesto a mil por hora, como el primer café de la mañana, nunca nadie me ha seducido tanto como cuando caen las primeras gotas y luego llueve y al dejar de llover ese tufillo a tierra mojada me pone la piel de gallina.
De vez en cuando lo he sentido por ese Peñón de Peñarroya cada vez que lo he subido antes corriendo y ahora caminando, ese olor cuando subía a la cruz me quitaba todas las penas y los problemas que tenía, me siento un afortunado de poder seguir subiendo a ese Peñón y esa mezcla de olores cuando llueve o hace neblina no tiene precio. Quizá algún día comprendan mis predecesores ese olor a tierra mojada por el campo es el mejor antídoto contra todos los males, ese andar por el campo es como tomar prozac y quitarte todas las depresiones habidas y por haber, aconsejo a todas las personas a andar por la naturaleza y sentirás todo tu cuerpo en paz y relajado. En mi pueblo, lejos del bullicio de la ciudad, me siento muy feliz y afortunado de poder pasear y visualizar todos sus lugares y rincones caminando, llego hasta tocar el zenit y encontrarme conmigo mismo cada día que salgo a contactar con la naturaleza. Salgo como no de la rutina del día a día, del estrés y sobre todo es como estar en un Spa continuo donde el relax es la primera sensación que me da cuando las gotas previas a la lluvia dejan la tierra mojada y ese olor que me da la vida. La capacidad de entender como si estuviera en un mundo irreal que cuando cada vez que piso un palmo de tierra firme de campo o de biosfera me hace sentir el amo del mundo, como Leonardo Di Capprio en el filme de Titanic. Yo lo he vivido antes y ahora, sólo o acompañado, te hace sentir totalmente seguro de ti mismo y tomas las decisiones correctas, no hay mejor carril de tomar en la vida que la que uno piensa cuando transita por vía árida y sólo hay pastos, animales y alambradas a ambos lados, por eso los días grises y a punto de arrancar a llover, me reitero una y otra vez son los mejores y siento recorrer por mi cuerpo un escalofrío y ponerme los bellos de puntas como sí hubiera visto a una mujer impresionante y bella.
Por eso ese olor a tierra mojada debe de ser eterno y declarado bien de interés turístico poder visitar el Peñón en los días encapotado y a punto de llover y poder inhalar ese olor a tierra mojada por la naturaleza. Digo el Peñón como el camino a las Picazas, Charca los Patos, Vía Verde, u otros lugares donde poder sentir dicha sensación y visualización. Siempre me hace sentir tuya, como siempre me espera cada vez que necesito respirarte, palparte, tocarte, siempre me desnuda con tu olor, me sirves de consuelo en mis días de bajón, tú solamente tú, la misma que me haces estremecer y me excita mis cinco sentidos y me recorre por los poros de mi piel una explosión de alegría que solo tú me sueles hacer sentir. Por eso nunca probaré otro olor nada más que el tuyo, no he conocido a otra ni conoceré a nadie como tú y que mejore cómo no tu presencia, divina, elegante, exultante, sibarita, tenaz, discreta y zambullida entre gotas de lluvia de agua fresca. Quiero vivir toda la vida a la sombra del Peñón, a pleno pulmón del campo, sentir los días ásperos como los últimos de mi vida, olor a tierra mojada, olor a heno, olor a animales en plena naturaleza, olor a montaña, por eso se me pone los bellos de punta cada vez que pongo mis pies por esas benditas tierras. Cada día recuerdo la soledad de un buen amigo ya fallecido, va para diez años, se llamaba José María y su apodo era “El Viejo”, no me cabe la menor duda que fue feliz a su manera, hacía deporte todos los días, corría por el pueblo, cada vez que veía un grupo de chiquillos que iban al colegio, él corría delante suya y hacía el avión cuando llegaba al colegio. Era un ejemplo, su soledad le hizo fuerte, nuestras charlas quedarán para nosotros dos en su casa con el volumen del televisor a tope cada vez que iba a verlo desde la ventana de su casa, se murió con la idea de grabarlo corriendo desde Peñarroya-Pueblonuevo a FuenteObejuna con casi ochenta años, pero se quedó con esa cosa.
Por ello el me inculcó que los días de lluvia eran los mejores para practicar deporte y sobre todo para hacerlo por la naturaleza. En su honor va este artículo de “Olor a Tierra Mojada”. No fue ningún ingeniero, ni un buen facultativo, ni tampoco patentó nada, pero para mí fue mi mentor y me dio siempre buenos consejos y me animó a hacer deporte, ahora ya no lo practico como antes, practico senderismo, pero esa pasión por el deporte es gracias a él y por la naturaleza también. Por ello su soledad poco a poco nos acabará pasando a todos, él fue un gran olvidado, jamás nadie le dio un premio ni tampoco le felicitaron por su cumpleaños, él quiso vivir la vida que él quiso vivir, tenía hijos, su mujer falleció joven y se vino de Barcelona a Peñarroya, puso el dedo en el mapa en este pueblo y aquí vivió casi dos décadas, se vino jubilado y de su pequeña pensión y sin dientes comía papillas y comidas de las farmacias y siempre, siempre echaba loterías con la ilusión que algún día le tocase algo. Nunca dejaré de olvidarte José María, si alguien no te recuerda, aquí estaré yo para honrarte, si alguien se hubiera merecido algo en vida, esa persona serías tú. Ya las nuevas generaciones no te recordarán, pero este olor a tierra mojada es un homenaje para ti, el que nunca te dieron, ni te di yo tampoco en mi vida, pude haber hecho algo más por ti, pero tú tampoco jamás me lo hubieras cogido, eras así, duro de mollera, pero lo que no sabe la gente de ahora que con tan poco tú eras feliz y que nunca te enfadaste con nadie, al revés, eras leal y siempre me sacabas una sonrisa, con tus chistes verdes, con tu fina ironía, por tus batallitas, siempre estarás en mi corazón.
Los humanos nos movemos por sentimientos, desde tiempos arcaicos, todos nos movemos más con el corazón que con la cabeza, por lo menos eso nos indican los expertos, pero si hubiera alguien con un ojo clínico para hacer buenas personas, esa persona era “El Viejo”, con unos valores tanto personales como deportivos, como la amistad y el respeto por las personas, por la competitividad sana tanto en el ámbito deportivo como en el laboral, todo ello engloba la vida personal de José María, un operario nato que pasó su último tramo de su vida en nuestro pueblo. Y yo seguiré amando el deporte y la naturaleza cada vez que salga a caminar o hacer deporte por la naturaleza. Va por ti, “Viejo”.
“El amor por las cosas, nos las enseñan las personas que han vivido una vida ajena al lujo y al dinero”. – Enseñanza extraída de mis innumerables diálogos con José María “El Viejo”.