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LOS EUROPEOS MENOS EUROPEISTAS…

Las pasadas elecciones al Parlamento Europeo han sido un pozo de desilusión, de absentismo a un derecho fundamental como es el poder votar. Cabe destacar, que estas elecciones no eran unas votaciones más, estas representan un hito esencial en la política de la Unión Europea, pues determinan la composición de una de las instituciones clave en la toma de decisiones del bloque, una institución que determina entre otras las políticas medioambientales que en demasiadas ocasiones perjudican a nuestra comarca. Una vez más, en España, estas elecciones no logran captar la atención y el interés de los votantes de manera significativa, lo que se refleja en una baja participación electoral. Este fenómeno plantea importantes interrogantes sobre la salud de la democracia española y la percepción de los ciudadanos sobre la relevancia de las instituciones europeas, unas elecciones que han servido para poner de manifiesto la derogación del mandato que los españoles están pidiendo a Sánchez, donde solo han subido las derechas y las ultraderechas, dando cabida sorprendentemente a un partido como el de ALVISE que pretende acabar entre otras con la lacra de la partitocracia que tantas veces he denunciado desde esta colaboración mensual, un partido que sin programa electoral aparente, ha conseguido una cuota de voto que lo sitúa por delante de PODEMOS y muy cerca de SUMAR.

Una de las principales razones de la baja participación es la percepción de lejanía de las instituciones europeas. Muchos ciudadanos consideran que las decisiones tomadas en Bruselas y Estrasburgo tienen poco impacto directo en su vida diaria. Esta desconexión se ve agravada por la complejidad del funcionamiento de la Unión Europea y la falta de una comunicación eficaz sobre cómo las políticas europeas afectan a los ciudadanos de manera tangible, algo que los partidos con más votos hacen a las mil maravillas. La burocracia y el tecnicismo que a menudo caracterizan a la UE dificultan la comprensión y, por ende, el interés de la población, bien sabemos en esta comarca como se las gastan en ese gallinero europeo, ya que nuestros ganaderos sufren sus consecuencias. Otra razón es la falta de educación cívica enfocada en la Unión Europea. El sistema educativo español no suele profundizar en el funcionamiento y la importancia de las instituciones europeas, lo que resulta en una ciudadanía menos informada y, por tanto, menos propensa a participar en las elecciones europeas. Siendo esto el menor de los problemas, con un sistema educativo cada vez más politizado, dando importancia a temas absurdos privando a los alumnos de un aprendizaje más profundo y determinante de algunas materias. Recuerdo a un profesor de matemáticas de una academia que nos decía al preguntarnos por alguna cuestión de su materia “cada vez venís peor preparados… ya mismo me vienen arrastrando los nudillos por el suelo” (haciendo alusión a los andares de un mono)

La desilusión con la política nacional también juega un papel importante. Los escándalos de corrupción de unos y otros, de las mujeres, de los conyuges, de los primos, de los hermanos y ya mismo hasta de las mascotas, y la percepción de que los políticos están desconectados de las necesidades reales de los ciudadanos, crean un clima de apatía generalizada. Esta desconfianza se extiende a las elecciones europeas, vistas como una extensión de la política nacional, con partidos políticos utilizando las elecciones europeas para medir fuerzas y consolidar posiciones en lugar de centrarse en asuntos europeos.

La baja participación en las elecciones europeas es problemática porque debilita la legitimidad democrática del Parlamento Europeo. Una menor participación implica que el Parlamento no representa adecuadamente la diversidad de opiniones y necesidades de los ciudadanos europeos, y esto puede erosionar la confianza en la UE como proyecto democrático, como está pasando en países como Francia con Marie Lepen, Inglaterra, Italia y ahora en España, favoreciendo a partidos y movimientos populistas y euroescépticos, que suelen movilizar a su base de manera más efectiva, distorsionando la representación y dificultando la gobernabilidad.

Se puede decir, por lo tanto, que la baja participación en las elecciones europeas en España es un reflejo de la desconexión entre los ciudadanos y las instituciones europeas, exacerbada por una falta de educación cívica adecuada y una desilusión general con la política. Abordar estas cuestiones es esencial no solo para fortalecer la democracia en España, sino también para asegurar la legitimidad y la eficacia del Parlamento Europeo. Solo falta que nuestros políticos y nosotros mismos nos pongamos manos a la obra.

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