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IDIOTAS

Consciente de que hay ya demasiados picotazos a la actualidad repleta de corrupción, de que son demasiados los tertulianos que le sacan punta y tajada a los koldos, al 11M y las víctimas del terrorismo, al escándalo que afecta a la reinona de Madrid y su pareja, al nuevo lío de los no presupuestos etc etc., doy cuatro pasos atrás como recomendaba Saramago para ver el cuadro bien y fijar mi vista en lo cotidiano, en lo que afecta a los mortales sin perder de vista-claro está- que lo otro es muy importante y que conviene esforzarse en que quizá -y sin quizá- lo fundamental no sea que haya delincuentes de todos los pelajes, corruptores y corrompidos de todos los niveles y colores, aprovechados sin escrúpulos que utilizan hasta la carroña para medrar, que eso trasciende de lo nacional, sino que lo que nos debe importar es comprobar que el sistema funciona o no; que se reacciona con prontitud y se retiran las manzanas podridas o no; que se reconocen los hechos y se piden disculpas o bien se intenta disimular, culpar al otro y tratar de enfangar la cancha. Eso es para mí más importante que resaltar el morbo del delito y los que delinquen. Lo primero pone en valor la democracia con sus fisuras; lo segundo la degrada hasta abjurar de ella poniéndola de paso a los pies de los caballos.

Lo peor sea quizá -o no tan quizá-, que lo que se pretenda con esta acumulación de escándalos es acrecentar la estupidez humana contando con la estulticia de la mayoría del personal, de los que sólo miran y oyen pero sin pensar demasiado. Lo peor, pudiera suceder, es que para quienes manejan el sistema sea fácil tenernos entretenidos a base de normalizar el lenguaje del trinke, banalizar el y tú más y pasar de largo por el crimen organizado de la propia democracia. A veces me deja perplejo lo bien y lo rápido que han conseguido la casi total estultificación de la sociedad; hacernos idiotas porque, no nos engañemos, nos estamos (o nos están) volviendo idiotas, usando la palabra no solo como sinónimo de “tonto” o “necio”, sino también como se usaba en Grecia, en su origen -(idiotés)-, como una persona que no tiene interés en los asuntos públicos, los que nos conciernen a todos, ni se ocupa de ellos, sino solo de su propio provecho. Lo estúpido es que ese “provecho” es también un espejismo. O más bien un engaño deliberado.

La estupidez, la ignorancia como argumento ideológico, ha sido necesaria para que partidos claramente antidemocráticos llegaran al santuario de la democracia. Todos sabemos que no hay nada más atrevido que la ignorancia y que sólo si nos acostumbramos a lo vacuo podremos llegar a votar a candidatos corrompidos o faltos de contenido. Llegado a lo cual, desbrocemos el panorama nacional y comencemos a considerar que lo que de verdad, de verdad hay en el país- pese a esa estulticia generalizada- es un exceso de listos que se aprovechan de cualquier cosa o situación para enriquecerse ilícitamente aunque sea usando el sufrimiento humano, ya sean mascarillas, el terrorismo, el narcotráfico o el tráfico de personas. Menos mal que llega la Semana Santa que es sinónimo de perdón por tanto bochorno, por tanto latrocinio y hasta pecados contra la democracia. Oremos.

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Peñarroya-Pueblonuevo