Publicado el 14 de Abril de 2008, Lunes
Villaviciosa de Córdoba - Opinión - Este fin de semana, que pasé en el campo, mis hijos se entretuvieron en ordenar los juguetes, para guardar los que ya no usaban o desprenderse de otros ya inútiles. Estaba sentada leyendo, e Isabel, mi hija de 13 años andaba con dos bolsas de muñecas y ropitas ordenándolas, ya que me decía que quería guardarlas de recuerdo. Me iba enseñando las muñecas y me contaba historias de cuando jugaba con ellas (menos de dos años), y me iba contando la que le habían traído los Reyes, la que le había traído de algún viaje, las ropitas que le había cosida la abuela Isabel, etc. Yo la miraba y la escuchaba, y un sentimiento agridulce me iba llenando poco a poco. La veo ya tan desarrollada, tan mujercita, aunque en mi mente está con sus coletas de niña pequeña jugando con las muñecas. Y en esos momentos, recordaba con total nitidez mis años infantiles y adolescentes, los dulces recuerdos que siempre permanecen en la memoria. Y recordaba los juegos en las calles de la ciudad, y la libertad experimentada cuando venía a Villaviciosa o al Viso por el verano. Los años de juventud con utopías, con ganas de comerte el mundo. Ahora, miro a mi hija y siento miedo, porque sé que sentirá momentos amargos, le harán injusticias, le decepcionaran amistades, tendrá desengaños amorosos y familiares. Llegará un día en el que tome conciencia de que el mundo no es fácil, y que depredadores con ropajes de príncipes azules pulularán a su alrededor. Sabrá que la política es una hipocresía, y verá como su madre no podrá solucionarle todos los problemas como hasta ahora. Me da pavor pensar en que la persona que comparta su vida no le tenga respeto o no la valore. Tengo muchos temores, pero también tengo una certidumbre: le enseñaré que hay personas indeseables, y que pasará situaciones en las que se sienta como Sísifo en la montaña, pero que por encima de todo no puede perder la ilusión infantil, las utopías y sueños de esta edad. Yo, con mis 36, sigo pensando que se puede conseguir un mundo mejor, y que los sueños se pueden realizar, o por lo menos, se pueden intentar. Luego, salgan o no, queda ese orgullo personal, y sobre todo, los compañeros que te vas encontrando en el camino. A mi hija le deseo una vida feliz, pero si tiene momentos de caída, espero que busque en algún rincón del armario sus viejas muñecas, y que al tocarlas piensa que no todo está perdido, y que su madre siempre estará para abrazarla.
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