Publicado el 20 de Junio de 2022, Lunes Félix Suarez
Opinión - Justamente, el domingo pasado, ya
un poco cansado de tanta rutina, de tanto trabajar para vivir, perdón, más bien
vivir para trabajar, sentí la imperiosa necesidad de salir hacia un lugar que
me inspira la paz, tranquilidad, equilibrio, todo lo que lamentablemente no
suele suponer la sociedad humana y más en los tiempos que corren.
Cogí mi coche y, pese a los
precios a los que está el combustible, decidí hacer un recorrido por la
carretera que va desde Hornachuelos hasta las aldeas de Fuente Obejuna,
recorriendo buena parte del parque natural, de norte a sur. Mientras conducía,
despacito para contemplar bien el paisaje, recorrido ya en numerosas ocasiones,
no dejaba de maravillarme de la paz y del equilibrio que se respiraba en una
zona relativamente poco afectada por la acción humana en un país donde la misma
se remonta milenios.
Lo que veía no hacía sino
desconcertarme, máxime trabajando en una rama que, como la educación, expone al
docente, al adulto, a la persona desarrollada, en numerosas ocasiones a los
vaivenes de las emociones de los más jóvenes, a ese caos organizado que suele
ser un centro educativo. Efectivamente, era un contraste, un contrapunto tal
entre el ambiente en el que se desarrolla mi vida habitualmente, junto al del
caos que aparentemente reina en la sociedad a través de la imagen que de la
misma se nos proyecta a través de los grandes medios de comunicación, que
incluso llegue a sentir angustia.
Era un cambio radical, en medio
de la belleza exuberante de la primavera, pasar del desordenado mundo del ser
humano, a otro aparentemente en equilibrio, donde nada sobra y nada falta,
donde el ciclo de la vida se viene perpetuando aproximadamente de la misma
manera desde hace al menos 15.000 años.
Entonces, a pesar de que el
paisaje estaba salpicado de numerosas dehesas, única intervención positiva en
el medio ambiente que ha realizado nuestra poco gloriosa especie desde que
comenzamos a hacer, algo anómalo, no adaptarnos al medio desde un punto de
vista físico como hacen el resto de las especies vivas en este planeta, sino
adaptar el Planeta a nuestras necesidades. Ya digo, que la dehesa, creo que es
el único ecosistema con intervención humana que ha permanecido en relativo
equilibrio, por lo menos en la Península Ibérica, que es el ámbito que mejor
conozco. Pero por lo demás ¿Qué bueno hecho el ser humano por este Planeta? Es
simple, absolutamente nada.
No me considero un ecologista, de
animalista ni hablemos, pero me paré a pensar en que la fauna silvestre,
aquella que no requiere de nuestros cuidados y que no ha sido domesticada para
cubrir nuestras necesidades, realmente no nos necesita para nada. Con la flora
ocurre exactamente lo mismo. Es que ni los virus necesitan un huésped humano
para seguir ahí, porque recordemos que, bien sean bacterianas o virales, las
enfermedades infecciosas que tiene el ser humano provienen originalmente de un
huésped animal.
Sí, el ser humano es una anomalía evolutiva, una
anomalía que depreda al Planeta unas veces para cubrir las justas necesidades
básicas y sin abusar demasiado, pero la mayoría de las veces se hace por el vil
metal, por el poder, por la avaricia, por el egoísmo, justamente por las peores
cualidades que tiene esta especie, la nuestra, sino ¿A santo de qué explotar
los recursos naturales hasta llevarlos al agotamiento? ¿Qué necesidad hay de
extinguir especies y de destruir ecosistemas enteros para satisfacer el ansia
de riqueza, poder y estatus de una elite?
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Noticia redactada por :  Félix Suarez
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