Publicado el 25 de Junio de 2013, Martes Lourdes Paredes Cuellas
Peñarroya-Pueblonuevo - Actualidad -
Organizar un (pequeño)
festival de rock, esa música del diablo para la inmensa mayoría de fauna local,
no es tarea fácil ni suficientemente agradecida. Las expectativas puestas en el
empeño por la Asociación Naturalista Alto Guadiato y especialmente por Marco
Mújica, su presidente y alma mater de
este estimulante proyecto y su infatigable secretaria, Nuria Moya, se
cumplieron desde el punto de vista logístico, económico y personal. Salvo
pequeñas e irrelevantes matizaciones, la asistencia superó la inicialmente
esperada pero se quedó corta para hacer del Guadiato Rock 2013 el evento en
letras grandes que marque la agenda de muchos habitantes de la comarca. Muchos,
incluso vecinos del emplazamiento elegido para su celebración (mejor dicho,
asignado por el Ayuntamiento), aún ignoraban horas antes que allí se reunirían
algunas bandas noveles de la localidad y otras algo más experimentadas pero igual
de limitadas en repercusión. Por ahora, añadiríamos, porque aquí hay calidad, y
mucha más de la que se imaginan.
Abrían fuego Síndrome de
Bufón, con un limitado repertorio de versiones elegidas entre lo más obvio del
rock patrio (la escuela urbana de Leño y Extremoduro parecen ser unos
referentes continuos entre las nuevas generaciones) y ante un nutrido grupo de
adolescentes que estaban allí justo para eso, para apoyar a sus amigos y
demostrarles que, si deciden continuar, no estarán solos en esta batalla. Como
tampoco lo estarán los chicos de Peñarrock, algo más aplomados en el cierre del
acto y con mucho menos público pendiente de sus recreaciones, entre las que una
acalorada versión de Rage Against the Machine con cantante adicional se salió
del guión previamente establecido. Lástima que pocos a esas horas se enterasen.
Entre medias, cuatro conciertos más, a describir en pocas líneas:
Notables Back in Time,
cuatro músicos melarienses más que expertos con vocalista mexicano incluido que
basan sus actuaciones en temas limítrofes con el rock progresivo de los 60 y
70: Deep Purple y Led Zeppelin figuran en su lista de ídolos en convivencia con
unos Iron Maiden o unos Kiss que hablan de su inclinación por el hard-rock clásico, ejecutado más que
correctamente y ajustando el sonido a las pésimas condiciones acústicas de una
nave, la de La Yutera, que jamás debió ni siquiera tenerse en cuenta para
albergar cualquier acontecimiento que suponga conectar unos amplificadores. El
mal común de la noche que hizo que a los belmezanos de la 4 Corners Band, tal
vez la banda más conocida del cartel, apenas se le distinguieran los acordes
del ‘Johnny B. Goode’ de Chuck Berry de cualquier tema de Fito, su referencia
básica junto a Loquillo, M Clan, Rebeldes y otros grandes del rock español. La
cosa prometía, pero el techo y las paredes seguían imponiendo su ley: era más
cómodo alejarse del escenario y adivinar algo de lo que estaba sonando desde
fuera, con la excusa del pitillo y la reconfortante brisa. Aún debían tocar los
brutales Game Cover, sin duda la revelación del festival, con un despliegue de
energía que los lleva a enfrentarse al ‘Born to be wild’ de Steppenwolf y el
manido ‘Sweet child o’mine’ de Guns’n’Roses con la convicción del principiante
y el poderío de quien sabe que está jugando manos ganadoras. Alargando los
temas y consiguiendo hacerlos respirar de otra forma, fijaron por unos minutos
el continuo trasiego del personal e hicieron que algunos empezaran a buscar
próximas actuaciones cercanas para volver a vibrar con su directo. Los
penúltimos de la tanda compartían batería con los anteriores y, sin embargo, no
tuvieron tanta suerte, aunque desde Azuaga, ciudad de la que proceden Error
Absoluto, se trajeron un buen arsenal de maquillaje, piercings, coristas femeninas y punk mezclado con ska para que la fiesta
no decayera. Lo lograron a medias, perjudicados por la prolongación de las
actuaciones previas y el empeño en dar a conocer las canciones de ‘Sin rumbo’,
su único disco hasta la fecha, entre un público que ya se había acostumbrado a
reconocer al menos un par o tres de canciones de cada uno de los grupos
previos. Era algo previsible: si no hay promoción no hay público potencial, y
no será porque les falte calidad.
Comprobado que el rock, en
general, sigue sonando a chino en nuestra localidad y que aún hay muchos que
piensan que eso de ponerse una chupa de cuero, enchufar unos cuantos cables y
afinar guitarras, bajos y baterías es una ocupación digna de desocupados y
seres poco dados a la búsqueda de labores bien remuneradas y propensos a la
falta de higiene, no viene mal recordar que para próximas ediciones, y lo dice
quien intentó ejercer de presentador del evento (escribe “intentó” porque la
infame acústica también le afectó directamente), intentar aislar en la agenda
un acto tan necesario y no hacerlo coincidir con otros no menos interesantes
podría significar ese soplo de aire fresco que nos distinga de una vez por todas. Porque el rock, señores, es
cultura, aunque la autoridad competente, dada su ausencia y escaso interés en
participar en este evento, aún no se haya dado cuenta de ello. A todos les
sobrarán excusas, en efecto, pero nos conformamos con que dentro de un año
podamos escribir otra crónica como esta. Sería una magnífica señal de que los
tiempos están cambiando.
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