Publicado el 13 de Septiembre de 2008, Sábado
Psicología - Las denuncias de padres contra hijos por maltrato, amenazas y violencia verbal, física y psicológica se han multiplicado por término medio y, en general, hasta ocho veces más en tan sólo cuatro años. Los hijos que insultan y golpean a sus progenitores sufren el denominado "Síndrome del Emperador". Este síndrome que muchos adolescentes padecen y bajo cuyos síntomas actúan comportándose como auténticos déspotas y tiranos, al igual que los emperadores de la Historia lo fueron con sus súbditos, es una conducta de cuya incidencia se conoce sólo "la punta del iceberg". Para la psicología actual, de esta perturbadora conducta sólo se conoce una reducida parte de un complejo profundo y extenso problema.
El llamado Síndrome del Emperador es uno de estos temas que se han puesto de moda y que empiezan a preocupar a los padres. Sin embargo, antes de catalogar a nuestros pequeños como dictadores sería interesante comprender cómo funciona la personalidad de los niños en general, y saber cuándo hay que preocuparse.
En la etapa de 3 a 4 años se consolida la personalidad. Los niños intentan hacer las cosas por sí mismos, sin ayuda de sus padres y de otros adultos de su entorno. Procuran ser independientes, son capaces de expresar sus necesidades y están ansiosos por aprender. Pero, mientras tanto, tienen que comprenderse a sí mismos y aprender a controlar sus emociones.
A estas tempranas edades los niños aprenden experimentando y es normal que pongan a prueba a los adultos. Es la etapa en la que desarrollan sus temores y descubren sus límites. También es común que no distingan entre la realidad y la fantasía, lo que muchas veces los adultos solemos confundir con mentiras.
Necesitan reglas simples y claras para afianzar los límites aceptables a sus comportamientos. Además, debemos indicarles siempre las consecuencias del imcumplimiento de estas reglas. Por eso, es importante no amenazarles con castigos que luego no vamos a cumplir. Ésta es una etapa en la que aprenden haciendo, por lo que el ejemplo es la mejor manera de que comprendan que una actitud determinada es correcta.
Sus emociones son profundas pero fugaces y necesitan ser estimulados para expresar sus sentimientos con palabras. Es importante hablarles, pero, sobre todo, hay que saber escucharles. Es una etapa en la que empiezan a compartir y eso incluye los sentimientos.
Los juegos también son una forma de educarlos en valores y de hacerles demostrar sus habilidades y expresar sus inseguridades y miedos. Es cierto que comienzan a hacer preguntas que muchas veces son incómodas para nosotros, y van a empezar a cuestionar nuestras indicaciones con preguntas como ¿por qué? o ¿cómo?.
Hacia los cuatro años tienden a jactarse y a dar órdenes, necesitan sentirse importantes y valorados. Un elogio a tiempo cuando hacen las cosas bien tiene más valor que una crítica de sus defectos.
Aunque sean agresivos algunas veces, desean estar con otros niños y tener amigos. Pretenden ser mayores, imitan a los adultos importantes como papá y mamá o a otras personas a las que admiran. Los niños de tres o cuatro años están aprendiendo a razonar, no entienden la ironía y aprenden de sus fracasos.
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