Publicado el 15 de Mayo de 2009, Viernes Lourdes Paredes Cuellas
Psicología - ¿Quién no ha tenido un auténtico mal día? Todo parece oscuro y aburrido, muchas veces sin razón aparente y nosotr@s experimentamos mayor sobrecarga de lo que sería normal si analizáramos las circunstancias de nuestra vida objetivamente. Quizá acabemos de explotar en un ataque de ira incontrolada o estemos sumid@s en un estado de depresión con pequeños brotes autodestructivos. La sensación aplastante es que "ya no podemos más".
En el mejor de los casos nos sentimos sol@s, incomprendid@s, y frustrad@s. En el peor, nos sentimos consumid@s por la culpabilidad y un incipiente estado de odio a un@ mism@. En cualquier caso, si queremos recuperar nuestro poder personal necesitamos pasar a la acción y tomar las riendas de nuestra vida emocional. Igual como de vez en cuando es necesario ordenar nuestros armarios, tirar cosas y recolocar lo que nos queremos quedar, también es necesario hacer de vez en cuando una limpieza emocional a fondo.
Cómo piensas y cómo te sientes influye negativamente o positivamente en tu vida: quizá no puedes controlar lo que te pasa, pero siempre puedes controlar cómo reaccionas a lo que te pasa. Tal y como sean tus pensamientos habituales, va a ser tu vida emocional. Si haces por tener pensamientos positivos, generosos, de autoestima y confianza en ti mism@ y de confianza en los demás, lo más probable es que tus días oscuros sean los menos. Si, por el contrario, eres una persona que se centra siempre en lo negativo y vas buscando culpables por todo, puede que habitualmente te sientas enfadad@ y deprimid@ y acumules odio contra los demás y contra ti mism@.
La buena noticia es que tú decides si te ahogas en un océano de negatividad o te bañas en un mar de preciosas aguas cristalinas. Las posibilidades son infinitas.
Tu malestar emocional proviene en la mayoría de casos de las disfunciones sufridas en tu infancia. Nuestr@s padres/madres, con la mejor de las intenciones, nos dejaron gravadas algunas creencias y situaciones en que se nos quería o se nos dejaba de querer (según nuestros ojos de niñ@) de acuerdo con cómo actuáramos.
Por ejemplo, digamos que mi manera de expresar el enfado cuando era pequeña era llorar hasta ponerme de color lila. Mi madre reiteradamente me repetía: "no llores" para evitar el escándalo público. La agobiaba tanto con mis ataques de histeria, muchas veces sin causa justificada a su entender, que al final se acababa poniendo nerviosa y me gritaba o me pegaba algún cachete. La conclusión que saca un niña pequeña de ahí es: "enfadarse no está permitido y trae problemas; por lo tanto es malo". Y esto se traduce en dos lecturas posteriores: Una, que yo me convierta en una persona a quien no le gusta enfadarse y reprima o manipule mis enfados tanto como sea posible y dos, que cuando realmente me enfade saque todo mi potencial de niña interior herida y líe las mismas rabietas que cuando era pequeña.
Hasta que no encauce mis enfados de forma correcta, no me sentiré bien con ellos y me sentiré inadecuad@ cada vez que necesite expresar mi enfado y no sepa cómo. Y esta misma argu
|
 Psicología : Últimas noticias LOS TRASTORNOS PSICOLÓGICOS MÁS HABITUALES DE LOS PAÍSES DESARROLLADOS ¿ASTENIA O FATIGA? PROPÓSITOS PARA EL AÑO NUEVO |