Lourdes Paredes Cuellas

Humor -

Efectivamente, los hombres del tiempo acertaron, y el fin de semana previsto para los motoristas, se convirtió en una alegría para los vendedores de paraguas, y aunque los barcos no puedan todavía navegar por el río Guadiato, el pantano seguro que lo ha recibido con alegría.
Casi tanta como nuestras amigas, como podrán observar en la fotografía ( las otras, de después del partido, no se pueden publicar en un medio decente) y es que a ecologistas, no hay quien las gane, y si es por una buena causa, mejor que mejor.
G: Queridos paisanos, la primavera ha llegado, y nadie se ha enterado, después de un invierno caluroso, este tiempo loco nos busca las cosquillas, y si en enero apetecía pasear por o parques soleados, llevamos unas semanas de primavera, que no es ni prima ni segunda, es más bien un asquito ventolero y lluvioso.
Para celebrar la llegada del agua bendita, nos invitaron a celebrar un partido de fútbol benéfico, bajo una manta de agua impresionante nos enfrentamos a una selección de famosetes gorditos (para compensar) en pro del derecho a la supervivencia de la mosca cojonera (mejor así que poner solo las siglas, SuMoCo) y cuyo capitán era el Sevilla, de los Mojinos escocidos, que jugar, lo que se dice jugar al fútbol ni jota, pero para el balonmano si que debe servir, por la velocidad con que las mueve en el campo.
Lógicamente , yo juego de delantera, y aunque mi estilo no es  muy depurado, no me expliquen el porqué, pero cada vez que llegaba a portería, era gol seguro, tirase donde tirase, el portero, Santiago Segura, debe andar fatal de la vista, porque siempre se tiraba hacia mi lado, en vez de tirarse al lado de la pelota.
Con semejantes enemigos, la victoria estaba más que asegurada, y eso que el entrenador era el mismísimo Diego Armando Maradona (ahora se ha quedado, para que le llamen ¡Mamadonna!) empeñado en decir, que a gordo no le gana nadie.
Ahora al ver las fotografías, observo que tuvieron que ser compradas en un baratillo, porque si la memoria no me falla, las camisas nos llegaban hasta las rodillas, solo que se ve que con el agua encogieron un poquito.
Y ahora me disculpan, pero es que me esperan en el restaurante para cenar nuestros contrincantes, y me temo que como tarde, no me dejan ni las migas.