Nunca he pensado en decirte lo mucho que te quiero y querré, de tus finas y suaves manos me has acariciado, de tu boca he bebido de tus eruditas dogmas, de tus ojos avisador me has guiado hasta llegar hasta aquí. El toque de queda ya está sonando para refugiarnos en nuestra charnega, zulo oscuro donde poder estar a solas conmigo mismo, con mi corazón. El supuesto denigrante giro que dio este guion de película Hitchcokoriana ha sido dantesco, tan puritana y tan zascandilea que fue promotora de toda esta hecatombe. Mi refugio, mi hogar, la herida, la cicatriz, la misma condición de deseo, la lunática a tus pies, tan recatada, tanta belleza escondida detrás del disfraz de hechicera, que, por supuesto doy por descontado, que estoy atado de pies y manos para asegurarte un sustento y una pica en Flandes. La vida se saborea mejor sin marginación, sin rechazo a lo real, al contenido de lo que hay dentro, no por lo que se ve por fuera, la ruina de todo ser humano es querer ser quién podría ser y no ser quién es en realidad.

Las aguas bajan turbias, quizá no la podamos observar, pero guardan un pasado funesto, sin creatividad no se va a ningún lado, y de los hechos al suceso hay muy pocos pasos, y ese paso lo damos sin darnos cuenta, con una sola palabra o gesto, la línea es muy fina y nadie quiere pasar por el aro. Montamos un estado de enervación en cero comas, pero lo que nos importa es salvar nuestro trasero o nuestro puesto a toda costa, sin revisar, ni tampoco pensar en los efectos secundarios. La tierra es el único lugar santo, el cielo existe para unos pocos privilegiados como los santos inocentes y Urano, zona sagrada dicho cielo, donde establecerse de modo perpetuo con casas adosadas y de propiedad propia. La dicha sea explicada a modo feligrés, para que duela menos y alcancemos la gloria para obtener nuestro estatus social. Dónde estabas entonces metido cuando estalló la guerra, una guerra de intereses y de deudas pendientes, un clima nada aconsejable para los frioleros, donde habitan marmotas pronosticando el fin del invierno si no ve su sombra. El motivo de la llamada de ayer fue para decirte que, si necesitas curar tu herida y cuidar tu cicatriz, te pongo todo lo que sé, te pongo hasta el alma, arma impenetrable donde las ayudas son ociosas y las querencias recurrentes, falto de alegoría y de imágenes oníricas, cuál alter ego busca su refugio en tu regazo, cómo el que busca candela, pim, pam, pum, fuego.

Y la alcoba está localizada pared con pared, con vida acomodada, pero con camas separadas, la rutina es a veces la escalonia de la alcoba, para saber más consulta con los leguleyos, ellos tienen más oratoria que yo, y palabrejas rebuscadas en sus leyes e impuestas en sus minutas. La palabra complejidad, no existe en el diccionario de la RAE, solo cabe ponerlas en solfa para buscar sinónimos, como difícil o arduo, por eso lo único complejo que hay, es saber lo que hay detrás de la piel, de su memoria y efecto y de su idílico paraíso, allí quiero claudicar, allí ancla este barco, que ya ha zarpado hace tiempo, rumbo hacía los sonetos encantados, junto a los ruidos de eunucos, en el brillar de tu danzar, y en los extravagantes sucedáneos que pasó en noches de autos, donde pernoctaríamos aquella noche, por lo que se ve, una noche de herida y cicatriz, donde poníamos ambos la pasión. La bella noche inolvidable donde nos conocimos, donde mi pecado capital fue la avaricia, la avaricia de este amor incuestionable, anodina e idolatra que te profeso. Y así yace tu cicatriz, donde le pongo el alma. ¡Cositas güenas!.

Posdata: “Negando las mismas heridas nunca llegarán a cicatrizar”. REESE WITHERSPOON.