Damas y caballeros, España está como sigue:
– Empleo de mala calidad (aunque sea más estable, pero si no da a la mayoría para una mínima prosperidad, mal vamos).
– Nóminas bajitas (porque vivimos del sector servicios, el más precario y el que necesita una mano de obra más barata, junto con el campo).
– La inflación haciendo que llegar a fin de mes sea un esfuerzo de titanes esfuerzo de apretar el cinturón, quiero decir. Eso sí, nos dicen que es la que mejor va de la Zona Euro, triste consuelo cuando los salarios de los obreros y los ingresos de los autónomos no van parejos a los precios.
– Los que más seguridad económica tienen son los pensionistas (aunque sus pensiones sean de pena en la mayoría de los casos, después de llevar a España sobre los hombros toda la vida).
– La juventud sin porvenir o con uno plagado de incertidumbres (nada nuevo, llevamos casi cuarenta años así, todo empezó en los ochenta).
– La natalidad por los suelos (a ver quién con veintipocos años se atreve o tiene la madurez -que esa es otra- de traer criaturas a este mundo. Quien tiene madurez no puede y los inmaduros se conforman con Instagram y Tik-Tok o miran para otro lado haciendo botellón a ritmo de reguetón).
– El ladrillo y el turismo «motores» de la economía (motores que ya sabemos que fallan estrepitosamente). También nos dicen que exportamos servicios, pero no dicen cuáles (¿Financieros, comerciales, telecomunicaciones? A ver si se aclaran, porque de industria poquito vendemos fuera).
– El país a remolque de las políticas de la OTAN (recemos para que no nos metan de pies y patas en lo de Ucrania).
– Los fondos buitre a sus anchas (venga, libertad de capitales y olé, que siga la fiesta de los ricos a costa de los pobres).
– Las hipotecas y los alquileres por las nubes (¿Política de vivienda eficaz y transformadora de la sociedad? Estará guardada en un cajón, si es que existe).
– El parque móvil nacional con más años que Matusalén (los vehículos nuevos por las nubes y sin saber si funcionarán con electricidad, hidrógeno, a pedales o con mayonesa) y con las autovías llenas de parches (hay que echarle valor para meterse en carretera que con tanto bote pare que estás en una feria).
– El déficit sigue por las nubes (ni con la inflación y la fiscalidad se compensa, aunque los resultados positivos para las mayorías de este endeudamiento brutal me cuesta verlos por alguna parte, después, cuando todo se venga abajo, dirán que austeridad, aunque la vida de los trabajadores no salga nunca de la austeridad).
– Los impuestos mal distribuidos en cuanto al reparto de las cargas (eso de la progresividad fiscal nos los vienen vendiendo desde hace más de cuarenta años, pero nada, se ve que es más marketing que otra cosa. Que pague más el currante y el autónomo, para variar).
– La corrupción y el fraude fiscal como siempre (qué puedo decir, en fin).
– La sanidad machacada (si te pones malo, échale valor, te va a hacer falta y no es por los esfuerzos de los profesionales, que lo hacen lo mejor que pueden con los medios que les dan).
– La educación una pena (empezando por las leyes, siguiendo por las bajas dotaciones de todo y terminando por su poca valoración social).
– Duplicidades en el Estado de las autonomías por todas partes (consejerías y ministerios con atribuciones comunes por todas partes, ahora, si les pides que se muevan, alegan conflicto de competencias).
– La ley mordaza sin derogar (atrévete a tocar un tema sensible, vas a tener que andar con tiento, si es que por el camino no te tachan de facha).
– La reindustrialización desaparecida en combate (los grandes grupos financieros y de poder mundiales no están interesados en una España industrialmente fuerte, porque podríamos tener independencia económica y no ser unas marionetas de oligarquías y organizaciones varias, y es que eso de controlar naciones enteras por todo el planeta desde un sillón, se ve que motiva mucho, pero atrévete a sacar los pies del plato, verás cómo te sancionan y te mandan a la Edad de Piedra con un par de resoluciones).
Pero la dura realidad es que, en un sistema capitalista, neoliberal, globalista y oligárquico, cambiar algo de verdad a mejor, si no es imposible, poco le falta. Así que cada vez que haya elecciones, nos seguirán vendiendo humo y un supuesto cambio o, entre comicios, supuestos avances sociales, “mejoras en la gestión” o “crecimiento de no sé qué más” (para justificar que algo hacen), por ello esto seguirá siendo un teatro y la gente de a pie seguirá haciendo malabarismos para seguir tirando, pero ¿Hasta cuándo?. Y si alguien me lee, se dará cuenta de que casi siempre digo lo mismo desde que me hicieron el honor de contactarme como colaborador de esta publicación en plena Gran Recesión, pero es que los problemas son siempre los mismos (con crisis económica o sin crisis económica), porque el sistema es el que es y va a defenderse con uñas y dientes para que “todo cambie, pero que no cambie nada”. Mientras, que seamos los currantes los que tiremos del carro, nos llevemos los palos y paguemos los platos rotos cuando le baile se termine.
Lo dicho y para finalizar, un día de estos, por no dejar títere con cabeza, le dicen al bueno y sufrido del editor que me tome un descanso, vaya a ser que me esté dedicando a “propagar bulos”, de esos “bulos” que se pueden comprobar con salir a la calle o preguntándole al españolito medio. Así que, échale valor, chaval.