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DESDE EL JERGÓN

No es una cuestión de coherencia, ni tampoco de dignidad perdida ni orgullo herido. Es más bien el tópico típico de lo atípico, lo indiferente de lo diferente para que la mayoría sea la refacción de una minoría cada vez más absoluta. En los vértices del tiempo no anidan sentimientos, sino pájaros sin alas y ojos llenos de barro que le impiden enderezar el rumbo del vuelo. Cada vez que alguien mienta debería pagar un peaje en proporción a la profundidad y el sentido del embuste proferido, sin perjuicio de que miles de miradas se percaten de que por encima del hombro sólo existe un perfil: El del suicida convencido. En el dominio del vespertilio, cuando abre un primer ojo al anochecer para que nada ni nadie trate de condicionar sus pensamientos, no existe más que lo que puede ver o adivinar que pueda ser visto. Lo mismo ocurre con la estupidez universal, que no debe huir de sí misma más que para ahuyentar las buenas intenciones. Será lo que podría ser, o lo que pudiera haber sido de ser aún menos de lo que fue. Tristes, solos y abandonados a su suerte, como un pisaverde asfixiado en su propio devenir.

Tanto va la fuente al cántaro que al final el cántico vuelve a su suerte. El agua derramada será inversamente proporcional al llanto vertido en su cuenco infinito, que probablemente será sustituido por cualquier otro efluvio de similar cata. Quien no se consuela es porque no puede, y a quien no quiere no se le desconsuela. Bastante camino llevamos andado como para pararnos y pasarnos del camino trazado. Arañando hasta ennegrecer las lúnulas del saber y amañando hasta enblanquecer las cúpulas del poder se podría y se debería alcanzar alguno de esos palacios que dicen de la sabiduría. Para los noctívagos de vocación es una tarea poco ardua, siempre que se ayuden de las sustancias y estados oportunos para divagar y esquivar así el centro de toda frase precisa. Ahí radica el secreto del bienestar, en el no tener que dar cuentas ni a uno mismo, y en el saber que sin saber del sinsabor de la derrota reside el resto de la felicidad encubierta. En cubierta apuestan los quincunces y las geometrías, por debajo se acuestan las cifras sobrantes. Las asignaturas pendientes y las probaturas recientes. En el sendero andado crecen las cuestiones más trascendentes, pero a cambio ellas no obtienen sino la duda del día precedente y el afán por derramarlas en el siguiente. Vedijudos, cejijuntos y ahormados por el desastre próximo arribaremos a la orilla del sueño eterno.

Puede que debamos ejercer algo más la filaucía de la que carece la mayoría de los seres bípedos con un poco de eso que aseguran ser el raciocinio, aunque igual es la razón la que debería aparecer por la puerta de atrás. No para poner las cosas en su sitio, sino para posponer las rosas en su nicho. No darse cuenta de lo que ocurre en diagonal cuando miramos en paralelo equivale a que los cuadrados y los compartimentos estancos nos arrebaten algún miembro circular cuya cuadratura aún era dudosa. Hasta incluso podríamos padecer de disartria, ya que las explicaciones no alcanzan su objetivo, siempre dudoso por otra parte, acusado de nihilista y aguzado de partidista. Es mejor no pensar que sentir, o imaginar antes que consentir. Cada falo que aguante su tela. Esa será la mejor señal de que las cosas van por donde siempre fueron, queramos o no. Si debemos dejar que el aire se nos proporcione a través del espiráculo que en otras especies resulta vital, que así sea, y que la evolución nos revolucione y nos revele otras verdades a medias. Oxígeno, nitrógeno y argón. Capacidad de supervivencia lo llaman.

La lengua se traba y el jeroglífico se resuelve. Se entablan conversaciones inútiles por la diglosia que todo lo puede. Los argamandeles a la postre lucen más que los manteles para el postre. El ruido de la ciudad se resuelve en el eco sordo de sus habitantes. Cuando no hay tiempo para correr sopla el viento para huir. A un cambio le deben suceder varios efectos en cadena. Los beocios abrirán la boca y sólo emitirán el gemido bronco de su genio en ciernes. Trataremos una vez más de encontrar el callejón sin salida a tanta salida encallejonada. Vayamos por la sombra, porque así sólo se cuecen las ideas.

Disco del mes: The Freedom Affair – Freedom is lov

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