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DESDE EL JERGÓN

Se oyen campanas de retirada. Al aplaudir y al rugir de la masa informe, deformada por la desinformación y reformada por la sobreexposición, suenan los escrupulillos que indican que alguien huye en la dirección equivocada. Quién será el dueño de la escapada y hacia dónde encaminará sus pasos mal dados y malhadados es una cuestión que debe quedarse en constatación. A nadie le importa y a muy pocos les reporta el dudoso beneficio de saber dónde está y cómo se cuenta la verdad. Las lenguas de doble filo y las armas al borde del abismo están dispuestas para atacar y repuestas para abarcar. Abastecimiento colectivo de naderías, mediocridades ensalzadas por obra y gracia del espíritu lúdico que alimenta otros asuntos menos singulares. Al otro lado se peinan las rebabas los dueños de los bancos, amasando asientos e ingresos por igual, capturando intereses a la vez que cautivando entremeses. Es lo que hay, no está sólo lo que queremos ver.

Estrecheces de hormigón para tirarse al monte donde se esconde la verdad. Nadie está a salvo de salirse con la suya mientras los demás sepan cuáles son las palabras que deben pronunciar para engatusarnos. Seguiremos siendo engañados, regañados y arañados por la cruda circunstancia de vivir otra vida dentro de esta. Si ya está usada, reciclémosla; si parece gastada, renovémosla. Como una licencia de obra prorrogada hasta el infinito y prologada desde el finiquito, al acostarnos una noche en la que el sol saldrá por la puerta de atrás veremos la luna nacer al otro lado de su reflejo. Es la cara oculta la que nunca queremos ver, por no afrontar alguna que otra sospecha que ya pensábamos superada. No es nuestra vista, es el palimpsesto que leemos sin haber subrayado el nuevo escrito. Tampoco es saber estudiar el futuro inestable sin querer dejar de analizar el presente imborrable, pero hasta el pasado podría presentar ajes imposibles de tratar ni por el galeno más avezado. Es menester olvidar y ponerse a la faena otra vez. La cuestión es saber cuál es esa labor que no puede esperar ni el minuto extra concedido a cualquier otro quehacer mucho más improcedente. Cantos de sirena justo antes de conciliar el sueño. Tierra quemada sobre huellas quebradas. Inutilidades servidas en bandeja de cobre. Apareamientos imposibles en el ojo público frente a aparcamientos inconcebibles en el enojo púbico. Contradicciones innegables frente a dicciones inmejorables. Y así hasta cuando cada uno quiera.

                La visión panóptica no sólo recupera rincones que desde otra perspectiva serían inconcebibles. No hace falta pandiculación alguna para alcanzar los recovecos inalcanzables. Lo mismo ocurre cuando la razón reside en el nido más alto del sueño. La ataujía que engalana los resortes, ese hilo tan fino con el que llenamos los anhelos más profundos e improbables, suele quebrarse con la única mirada de la intención. Al final, el montante moral es tan pobre que incluso una patarata sin relevancia alguna podría compensar el esfuerzo. La mirada undosa tampoco equilibra el camino recorrido hasta aquí, así que la obra se da por finiquitada sin haber alcanzado el último ladrillo ni repuesto la primera piedra. Quedarse sin tiempo es la penúltima excusa. Despedirse a tiempo es la anterior esclusa. El agua contenida equivale a los siglos de desesperación acumulados, y el temor a no recuperarnos jamás se explaya en la rabia de la desembocadura en la que mueren tantos deseos de edad núbil, pujando por abrirse paso en el escroto de un amanecer imberbe. Otra hebdómada menos para el fin, otra Andrómeda más para elegir. Los secretos de la astronomía son más razonables que el mar antiguo y triste que cansa la vista al paso del jáculo que todo lo arrasa. Sepan que hasta que no hayamos llegado no acabará la historia.

                No nos pongamos hieráticos ante la nueva jerarquía. En el reparto de papeles aceptamos el último, peor que todos los secundarios pero mejor que cualquiera de los primarios, y justo por esa razón los exvotos dejamos de tener corazón, o al menos de sentirlo entre pecho y espalda. Se nos toma por estólidos cada vez que abrimos el pico y la pala. Alguna vez tendremos que gritar para que se nos tome por lo que de verdad somos. Santo y seña, por favor. Aquí la entrada se les sigue negando.

Disco del mes: Clydie King – Direct

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