Miro al cielo de reojo, a escondidas te invoco, escucho tu voz a lo lejos, me haces sentir tan cerca de tí, que yo no puedo olvidarte, a pesar de dejarnos casi dos meses.
Te echamos tanto de menos, pero sé que en el cielo no estás perdida, que tu sombra me acompañará y nos acompañarás siempre.
El recordarte me reconforta todos los días, ese alivio de luto como título a uno de sus discos Joaquín Sabina, y tú siempre serás esa calma y ese confort para paliar mis días tristes.
Sé que te fuiste feliz, con el deber cumplido, y con los deberes hechos, aunque algunos incompletos, como ver crecer a tus nietos.
Nunca te irás de mi mente, volarás por mi cabeza, y contemplaremos juntos todos los amaneceres y seguirás cumpliendo todos aquellos sueños que te dejaste por cumplir aquí abajo.
Tu descanso eterno es mí lección para continuar mi dietario y como respuesta esta nueva columna de EL Diván dedicada a tí.
Como Máximo Gorki y su libro «La Madre», te imploro a tí querida madre, para que me sigas amando como hiciste en vida.
Siempre estarás en nuestros corazones.
Sigue gozando del paraíso.
Besos al cielo.
P.d.: «Maternidad: Todo el amor comienza y termina allí» (ROBERT BROWNING).