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A la Memoria de Philippe Breton

El pasado martes 24 de junio falleció en Francia Philippe Breton, a los 83 años. Su nombre quizá no sea conocido por muchos vecinos, pero quienes tuvimos la fortuna de conocerle (aunque solo fuera un instante) sabemos que deja una huella imborrable, profunda, de esas que no se olvidan nunca. Philippe fue uno de los mayores enamorados de Peñarroya-Pueblonuevo, y también, quizá sin proponérselo, uno de sus mejores embajadores.

Hijo de Rolando Bretón, penúltimo director de los Talleres Generales del Cerco Industrial, llegó a España con solo siete años y vivió en Peñarroya hasta los dieciséis. Pasó sus años aquí entre compañeros franceses y españoles, en una convivencia que, como él mismo contaba, estaba lejos de ser un mundo dividido: los unos y los otros compartían calles, escuela, trabajo y sueños. Como muchos de sus amigos franceses, su padre también le hizo trabajar como aprendiz en el Cerco Industrial para inculcarle desde joven el valor del esfuerzo. Aprendió carpintería y el resto de sus amigos herrería, electricidad… y, sobre todo, que la vida no regala nada.

Estudió en el Colegio Presentación de María y más tarde, en Madrid, fue de los pocos alumnos en cursar Bachillerato bilingüe en el Liceo Francés. Con el tiempo, diría muchas veces y con gran orgullo que la formación recibida en su adolescencia fue el pilar sobre el que se forjó su carácter aventurero, ese que lo acompañó toda la vida.

¡Y qué vida! Philippe fue Oficial del Ejército Francés durante décadas, perteneciente a una larga estirpe de militares que se remonta hasta 1777. En total, seis generaciones dedicadas a servir a su Patria. Fue instructor paracaidista con más de 500 saltos, se formó en inteligencia militar, y fue comandante en misiones en África, Chile, Colombia, Escocia, Bélgica, Holanda, Argentina, México, Texas… Estuvo a punto de morir en combate en dos ocasiones. “No tengo queja de los fallos de mis enemigos”, solía decir con ironía. Recibió la Cruz de Guerra de Rhodesia, la Cruz de Guerra de Sur África y la Cruz de Combatiente en Territorios Exteriores. Asimismo, fue miembro de la Royal British Legion.

Tras retirarse como coronel, siguió desafiando los límites. Recorrió más de 32.500 kilómetros a caballo por Francia, guiado únicamente por brújula y mapas. Su primera aventura, sin embargo, fue aquí cerca: viajar en bicicleta desde Madrid hasta Peñarroya en junio de 1959, con 17 años, tras pedir a su padre 500 pesetas por sus buenas notas. Él mismo se trazó el mapa. Y cuando supo que estaba llegando al pueblo fue el olor. Aquel aroma ácido, con toques de azufre, de las fábricas del Cerco Industrial y la Papelera, le dio la bienvenida. Lo recordaba siempre con nitidez: un cielo blanco y verde, teñido por los vapores industriales, que solo tras la lluvia recobraba el azul.

Años después, en 2022, Philippe regresó. No lo hizo como turista, sino como quien vuelve a casa con las manos llenas de recuerdos: donó al Ayuntamiento un valioso archivo fotográfico y dos cuadros, pintados por una reconocida pintora francesa llamada Cheriane que visitaba su casa en Peñarroya cada verano. Lo hizo para honrar la memoria de su padre, muy querido por los trabajadores de los Talleres Generales, quienes incluso le ofrecieron un sentido homenaje antes de la marcha de la familia, obligada por cuestiones de salud. Ni Philippe ni los suyos querían irse. Y jamás se fueron del todo. “Vivís en el paraíso y no lo sabéis”, dijo, con lágrimas en los ojos frente al Almacén Central. En cada paso, en cada rincón, revivía una parte de sí mismo que seguía viva en este pueblo.

A su llegada, Philippe visitó la exposición fotográfica “Industria, Paisaje y Sociedad”, organizada con todo el cariño en el pueblo que tanto amaba. Aquella muestra fue posible gracias al impulso y la sensibilidad de María Paula Dueñas —quien no solo se interesó profundamente por su historia, sino que con el tiempo se convirtió en su amiga íntima—, al apoyo institucional del concejal de Cultura, Luciano Carrasco Rojas, y a la labor de Minerva Solana como comisaria de la exposición. También fue clave la colaboración de Rubén Cañamaque, al frente de la Asociación La Maquinilla, quien aportó mobiliario original del despacho del Edificio de Planning donde trabajó su padre, Rolando Bretón. Participó además el Cronista Oficial de la ciudad, Jerónimo López Mohedano, con quien Philippe entabló una entrañable amistad durante aquellos días tan emotivos y que, como muestra de afecto y reconocimiento, le dedicó un artículo en la revista de feria de octubre de nuestra localidad ese mismo año, 2022.

En aquella última visita cumplió otro sueño: subir al Peñón de Peñarroya. Lo disfrutó con la emoción de un niño que regresa a su reino perdido, recordando incluso cómo, durante unas vacaciones en su juventud, tuvo la temeraria idea de construir una escalera con alambre eléctrico y unos palos para alcanzar la cruz que lo coronaba. Toda una hazaña… y una imprudencia propia de la edad y de su espíritu aventurero siempre dispuesto a superar los límites.

Hablaba de Peñarroya con la misma pasión con la que hablaba de Francia o de España, pero aquí se le quebraba la voz. Afirmaba que defendería con la misma pasión y orgullo tanto la bandera española como la francesa. Porque si bien su corazón pertenecía a dos patrias, su alma tenía un solo hogar. A pesar de la distancia, Philippe seguía muy de cerca todo lo que ocurría en Peñarroya-Pueblonuevo, gracias a los emails que le mandaba Maria Paula Dueñas. Leía con regularidad las noticias locales, blogs como el de La Maquinilla y cualquier publicación que le permitiera sentirse un poco más cerca de su pueblo, al que echaba profundamente de menos.

Gracias a su testimonio, hoy tenemos más certeza —aunque sin documentos oficiales— de que el Almacén Central fue construido por Gustave Eiffel, ya que la nieta del propio Eiffel fue madrina de Philippe y así se lo transmitió.

Philippe tenía una forma muy particular de querer: a través de cartas, paquetes, mapas, postales, pequeños detalles que olían a pipa y a mundo. En cada envío iba una historia, una intención, una emoción. No eran regalos: eran abrazos. Su vitalidad era contagiosa. Su amor por la vida, una lección constante. Tenía previsto volver este septiembre de este mismo año 2025. No podrá ser.

Nos queda su memoria. Y el compromiso de honrarla. Brindaremos por él, como le gustaba: con una cerveza en la Plaza Santa Bárbara, con un gazpacho o un salmorejo bien fresquito, mirando el horizonte y recordando que vivir —de verdad— es amar los lugares que nos habitan, aunque no llevemos su nombre en el DNI.

Gracias, Philippe, por tu vida intensa, tu generosidad y tu mirada profunda. Nos enseñaste que se puede pertenecer a dos países, a dos culturas… pero a un solo lugar del alma. Siempre te llevaremos en el corazón, ha sido todo un honor y un placer conocerte a ti y a increíble historia de vida.

Desde Peñarroya-Pueblonuevo, enviamos nuestras condolencias a su familia, especialmente a sus hijos, con todo nuestro respeto y afecto en estos momentos.

Fdo.: María Paula Dueñas, Félix Solana, Minerva Solana y Luciano Carrasco.

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