Una relación es cuestión de confianza. Es un acuerdo implícito de lealtad y compromiso mutuo, donde se da sin esperar nada a cambio, donde la entrega se convierte en el pilar fundamental de la conexión. Es esa línea vertebral que sostiene la relación misma. Cuando ambas partes en ese acuerdo se alinean en un punto específico, la relación se fortalece y perdura a lo largo del tiempo. Sin embargo, si esa relación está motivada por conveniencia, es allí donde surgen los problemas.
Algo similar está ocurriendo con el actual Gobierno. La relación entre el PSOE y Sumar, que parecía un hecho consumado, comienza a mostrar grietas. Esta relación, que en su día representaba un cordón umbilical entre dos fuerzas políticas, ya no es la que fue. No es una línea roja solo por el color que representa a cada uno de los partidos, sino porque ese vínculo ahora parece más un obstáculo que los une pero, a su vez, los aleja.
En los últimos meses, hemos sido testigos de cómo las diferencias, inicialmente vistas como simples discrepancias de perspectiva, han dejado de ser una cuestión de matices. Hoy en día, la tensión es evidente y está afectando el desarrollo del gobierno. La interpretación de conceptos y la lucha por el control de los ministerios ha convertido la política en una confrontación abierta que, lamentablemente, se está librando a costa de los intereses de los ciudadanos.
Uno de los ejemplos más claros de estas disonancias es la reciente subida del salario mínimo interprofesional. Este aumento es, en principio, una medida positiva para nuestra sociedad, ya que mejora la calidad de vida de aquellos que más lo necesitan. Sin embargo, cuando una medida tan importante se utiliza con fines políticos, más que con el verdadero interés de la población, el resultado es un recorrido político oscuro. Lo que se otorga por un lado, puede ser retirado por otro, y este es un peligro que no podemos ignorar.
No podemos permitir que el aumento del salario mínimo interprofesional sea visto como una herramienta recaudatoria. Hacerlo de esta manera no solo pone en duda la sinceridad de las políticas, sino que da la impresión de que las mismas tienen un carácter confiscatorio. Hay que recordar que no todo lo que entra por un lado debe ser compensado por otro, y mucho menos cuando el costo para la ciudadanía es tan elevado.
Los continuos enfrentamientos dentro del Gobierno solo empeoran la vida de los ciudadanos. El conflicto constante no tiene otra consecuencia que agravar la situación económica y social, lo que exige un cambio. Si este Gobierno no puede funcionar de manera coherente y estable, es momento de considerar nuevas opciones políticas que puedan romper este estancamiento y ofrecer a los españoles algo mejor que una relación de intereses fugaces.
Los españoles merecemos algo más que un “romance de verano” político que se acaba cuando más se necesita estabilidad y soluciones reales.
