EL DIVÁN 1.0
Tengo alegres despertares todas las mañanas, no sé dispersarme entre las infinitas líneas horizontales, como las ascendentes que me hacen ver que los versos más bellos están detrás de las pieles desconocidas.
Suelo imaginarme en las obviedades de que soy un afortunado por rodearme de gente maravilloso, personas que están en mi día a día para sentirme en el lugar exacto para ser feliz.
A veces pecó de ansioso por querer que las cosas lleguen ya, dejémoslo fluir, que las ideas o los pensamientos tengan su recorrido, y que lo inmediato, no sea una orden imperativa, sino un gusto a hacerlo con toda la voluntad y ánimo del mundo.
Nunca jamás rendiré pleitesia a la soberbia, como tampoco a la prepotencia, además tampoco estaré de perfil bajo ante las injusticias. La madre María, tienes los planes trasfucados, se la quieren quitar de encima a golpe de la metafísica y la inteligencia artificial de limpiar todo su trabajo realizado a la ciencia de limpiar su hogar y su mente.
Ante esta desmemoria desmedida, y ante la pasión de los jóvenes por el tik tok, estamos pasando un lujoso tiempo de mirarnos a la cara, y decírnos: Te quiero.
Unos te quieros infravalorado en un mundo globalizado entre trajes de alta costura y vestidos de una calidad premium a base de talonarios, para diseñadores en la cola de la euforia y las revistas de moda.
Hoy quiero jugar con boca por sí la noche se equivoca, tan fría y tan cobarde, que ni nos rozamos por las palabras huidizas y volátiles que nos profesamos en nuestro lecho.
Busco la autenticidad, en estos tiempos de posmodernidad, buceo entre lo retro y lo que nos han hecho felices, y esos tiempos felices, eran sin tener nada al alcance de cosas caprichosas, teníamos los que ahora mismo no tenemos: «La Alegría».
Y en esa tesitura, ansío por llegar a la meta, aunque me cueste la misma vida, voy a intentar llegar a la meta de cada día, que es ni más ni menos: «Que ser feliz».
Esa es la meta que yo me propongo cada día que me levanto, y pongo los dos pies en el suelo.
Posdata: «La felicidad no es algo hecho. Proviene de tus propias acciones» (DALAI LAMA).
