Bueno, vamos a ver, si es usted de los afortunados nacidos entre 1975 y 1985 pertenece (en nuestro país) a la generación X, no por nada, el boom demográfico en España se retrasó un poquito (cosas de esas guerras fratricidas en las que nos metemos, más las mundiales en las que no nos metemos) y se prolongó un poquitín más, por inercia.
Es esta una generación singular: creció sin las nuevas tecnologías y tuvo que hacerse con ellas; ha vivido siempre en la precariedad laboral, fue la del 15-M, la que se chupó la Gran Recesión a pelo y sin calmantes (piensen ustedes por qué las señoras de cuarenta años y más aportan hoy al balance de nacimientos más que las jóvenes: una recesión es una recesión, así que no puedes permitirte nada y menos familia), la generación que no sabe si algún día se jubilará o morirá trabajando, la que cuidará a sus padres mientras ve crecer a sus hijos pero no conocerá a sus nietos (esto último, un trago más que amargo). En comparación, somos afortunados con respecto a nuestros abuelos, pero con respecto a nuestros padres, no sé, a veces me asalta la duda. A veces siento que nos sacrificaron en el altar del poder y la codicia, aquellos que dominan el mundo.
No es que me queje contra la generación de mis padres, que ninguna culpa tiene (salvo que hayan estado entre los gobernantes entre 1996 y 2011, evidentemente), pero al menos ellos tuvieron un espejismo más o menos tangible de futuro, la educación todavía era un ascensor social y la desindustrialización no había llegado a las cotas actuales y, con ello, la falta de estabilidad laboral en el sector privado. Tenían poco, desde luego, pero por lo menos algo semejante a ir tirando todos los meses.
Mi generación ha tenido que ponerse a la cola para estabilizarse mínimamente, hemos tenido que esperar y esperar (a que otros se jubilaran y a que se fuera la Gran Recesión maldita por siempre) y luego ¿Para qué? Para lo mismo que tenían nuestros padres, pero veinte años después de que ellos lo tuvieran, es decir, si en la veintena pudieron tener un mínimo, nosotros hemos esperado a la cuarentena, por tanto, con nuestra juventud tirada, nuestra madurez temprana quemada y ya enfilando los primeros achaques, así nos vemos. Vamos, algo parecido a nuestros abuelos, pero sin hambre y sin dictadura, que caciques los hay, pero para encontrarlos hay que apuntar alto.
Dicen que los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla, y aquí lo tenemos: apenas una generación de medio prosperidad y a la siguiente, vuelta a empezar con lo mismo.
Que Dios pille confesados a los millennials y a los de la generación de cristal, viendo lo que nos ha caído a nosotros en lo alto, o bien que se pongan las pilas y hagan su intento de cambiar las cosas, nosotros tuvimos nuestro 15M y nos salió un engendro progre que no ha servido de nada.
A ver si lo pueden mejorar, espero. Por el bien de todos. Por el bien de España.