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DESDE EL JERGÓN

A la noche le corresponde ocultar cosas. Durante el período de luz, ahora cada vez más monótono y flojo, todo lo que no se ve no se discute ni lo que no se escucha se pone en duda. Una chiticalla más en la muesca del tiempo no vivido. No poder, ni saber, ni desear, ni confrontar. La planicie más demoledora y la especie más devastadora. Así suena el transcurrir de las horas, bajo el ritmo aplastante de la música del alma no correspondida. Porque no sabemos, no hablamos; porque no corremos, no avanzamos; porque no volvemos, no amamos. Si la envidia es la hermana mayor de la locura es porque la cordura era tía lejana de la desidia. Acabamos igual que empezamos, con el temor de que la oscuridad nos aceche y la eternidad cambie su nombre para rodearnos con su manto de premura. Tiempos instantáneos en los que el albéitar se asoma al alféizar de los dolientes justo a las puertas de su partida. No hay más remedio que apechugar ni más medio que apadrinar. Serán los signos de peligro que encontramos ayer a medio camino entre la nada y ninguna parte, los mismos que nos advertían de que dentro de unos kilómetros el carril se estrechaba hasta casi no dejarnos avanzar. Los pasos de nuestras sombras y los pesos de vuestras sobras. A las cuevas me remito, en las pruebas me refugio. Darle la vuelta a la tortilla nunca fue tan sencillo.

Identificarse con un garrapo puro y hambriento es como ausentarse durante un tiempo indefinido en un lugar indeterminado. Mientras dejamos retestinar a la mugre circundante vemos procrastinar a la muchedumbre redundante. Y seguimos sin darnos cuenta de que tanta queja sólo se corresponde a tanta caja en la que encasillar el compartimento de al lado, nunca el propio. Ombligos que se encuentran en un diálogo imposible y particularmente absurdo, mientras los vientres que los conforman pugnan por retroalimentarse en una vorágine de temor mutuo y palabras vacías. Los baldragas que conocen cualquier recurso para apocarse aún más saben dónde está la clave del asunto, y seguirán siendo incapaces de afrontar cualquier problema, ni mucho menos de resolverlo. Serán ellos quienes ahuyenten los fantasmas de hoy o aumenten los cataplasmas de mañana. Todos necesitamos una cura urgente, de humildad o de realidad. El borborigmo nos delatará, el barbarismo nos derrotará. En contra de toda previsión, los sueños se arremolinarán y formarán una única pesadilla de la que salir victorioso será una nueva derrota. Nos persiguen alientos de hambre y nos rehúyen asientos de sed. Acudiremos a la tracamundana con todo el ánimo de no perder un solo regateo. A los mejores en el trueque los aguardaremos a la salida, junto al árbol de los recuerdos y las hojas que ríen, para que el desamparo no los alcance ni el descaro nos aplaste. ¿Hacia dónde saldremos corriendo esta vez? El último grito nos lo indicará.

Ajustados los tahalís, la batalla clásica del tú por el yo y el ellos por todos los demás empieza igual que acabó la otra. Imponer la terca voluntad y más allá de opiniones y razonamientos sugestionar con idénticos criterios, que no son más que confusas nubes de voces y palabras cruzadas en ráfagas de belicosidad implícita. Los frutos serótinos no serán la cuestión básica en la reconstrucción que nos aguarda, sino el centro de todas las miradas. La dignidad será partida en dos y las trompetas de Jericó sonarán a aborto y vidas cercenadas. No es porque el tiempo haya cambiado y nos violenten las estantiguas a horas impredecibles, ni debido a los tabancos que intentan vendernos las mismas baratijas en momentos irreconocibles, pero hay razones que no conviene traspasar en aras de una comprensión mejor. Puédase pensar que son una especie de balumbos imposibles de transportar e incómodos por definición, pero eso tampoco sería obstáculo para la indefinición.

Demediados o mediatizados. Participios o gerundios. Masa informe o misa conforme. Con forma y principio y final, pero deformados y principalmente finalizados. Por defecto o con efecto. Salvillas donde encajar utensilios sin usar. Tablillas para enquistar auxilios sin acabar. Esfuerzos agotadores o refuerzos abrasadores. Sí, el sinsentido vuelve a redondearse.

Disco del mes: Los Iberos

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