Más noticias

― Publicidad ―

INSIDE PC
Premio Empresarial D. José Horrillo
InicioActualidadEL DOLOR DE LO AUSENTE

EL DOLOR DE LO AUSENTE

En uno de mis recientes sonetos, digo que no hay peor dolor que el de amar a la persona que está lejos. A lo largo del tiempo, muchas canciones y poemas han echado sal sobre la herida por la ausencia de la persona amada. Pongamos por ejemplo la canción: “Hoy he vuelto a grabar nuestros nombres en la encina y he subido a la colina y allí te he vuelto a llorar.”  La letra del tango “Caminito” es el no va más.

El culpable de que yo haya hecho este soneto, es mi peluquero Ángel Centeno. Además de cantante es filósofo, y en los descansos entre ensayos  y grabaciones, se pone a pensar en la dolencia del amor. Es por eso, que cuando voy a cortarme el pelo (sin yo ser cabezón) su trabajo conmigo en vez de durar diez minutos, sobrepasa la hora y media. Entablamos conversaciones en las que el alma entra en pugna con el pensamiento pues ni él ni yo comprendemos muchas cosas de este alocado mundo, ni tantas sinrazones de la razón.

Sí, es duro y doloroso amar a la persona a la que tal vez nunca más vuelvas a ver. Quizás esa persona por la que tú te desvelas no piense ni siquiera en ti. La has endiosado, la has puesto sobre un altar, tu deseo y ansiedad han superado la realidad; y si en un futuro consigues tenerla, piensas: pues no era para tanto. Si los románticos que se han suicidado por amor hubieran tenido otra oportunidad, no volverían a hacerlo. Cuando tienes delante lo que tanto has llorado, los latidos del corazón pasan de 70 a 130 pulsaciones por minuto. Luego viene el sosiego, y las mismas alas de ese corazón dolido, alejan de ti lo que para ti era tan importante. En el entresijo de las  neuronas  hay un  mecanismo de defensa que te hace  posar los pies en el suelo. Tengo una experiencia de la separación de un amigo, en el buen sentido de la palabra.

Vivíamos  en los mismos pisos. No habíamos entrado aún en la adolescencia, cuando él se marchó a Madrid con su familia. La tarde de su partida lo acompañé a la estación. Los minutos pasaron volando, y con la vista empañada seguí el automotor donde se iba mi amigo con dirección a Granja. Un mes entero o más, estuve yendo a la estación diariamente con mi bicicleta mirando hacia el lejano punto por donde se había marchado mi amigo. Fueron días muy tristes para mí. No lograba borrarlo de mi cabeza.

Dos años después tuve ocasión de ir a Madrid con mis padres, y como podéis imaginar fui a visitarlo. Vivía en Carabanchel Bajo. Cuando llegamos a su piso no estaba allí, así que esperamos a que llegara; lo que aumentó aún más en mí el deseo de verle. El abrazo que nos dimos no puedo describirlo. Nunca relataría en su plenitud la tensión del momento. 

Luego, como antes dije, una vez conseguido el deseo de vernos, lo que tenía por muy importante se fue alejando de mí. Algo se desprendió en mi interior. Un sueño inusitado que había conseguido y del que había despertado. Una obsesión de la que me había liberado. De vez en cuando lo recuerdo, pero sigo pensando que no era para tanto. Que a menudo desfiguramos la realidad.                                                   

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!

― Publicidad ―

spot_img

Peñarroya-Pueblonuevo