Las zonas rurales de España viven en un círculo vicioso: poca población, por lo que no se invierte; al no invertirse, la gente se va y hay menos población, por lo que se sigue sin invertir.
La zona en la que vivimos, trabajamos o tenemos nuestras raíces, no es una excepción. Hay ejemplos sangrantes de esta problemática.
El agua. Sin agua, no hay vida, obvio. Ya se nos ha dado el caso de que Sierra Boyera se nos ha vaciado y ha dejado sin agua a medio Guadiato y Pedroches. Se hizo el trasvase improvisado de La Colada, pero la solución definitiva para hacer consumible el agua de dicho pantano se eterniza y se echan la pelota dos Confederaciones, estando también de por medio administraciones autonómicas y provinciales. Por otra parte, el deseado trasvase desde Puente Nuevo, ni está ni se le espera, pero hace mucha falta. La problemática similar: conflictos competenciales varios y falta de ganas de poner dinero.
El otro asunto pendiente y candente, es la transformación de la N-432 en autovía. Hay quién se agarra a la protección del medio, hay quien afirma que es una inversión muy importante para tan poca población. Hay que tener poca vergüenza para no ver lo saturada que está la carretera y lo peligrosa que resulta, sobre todo hasta el desvío hacia el Calatraveño.
Pero poca gente, son pocos votos, pocos votos que no rentan para un escaño autonómico o nacional. Luego, pocas ganas de invertir y de solucionar problemas, así que no se hace nada de nada. Eso sí, pretextos y excusas los que hagan falta, eso es gratis.
Pero sin agua y sin transportes ¿Cómo se puede mover la economía de la zona? ¿Cómo mantener o aumentar la población si no hay actividad económica pujante? Lo dicho: poca gente, poca inversión pública; poca inversión, menos gente, hasta que -al final- ya no quede nadie y no tengan que invertir, es su manera de “arreglar” el problema.
En fin, es vergonzosa la poca conciencia y el oportunismo de nuestra clase dirigente hacia la España vaciada, que seguirá vaciándose al paso que vamos.