Nos alertan los politólogos sobre la creciente polarización de las sociedades democráticas con la consecuente amenaza para la propia democracia en la que corremos el riesgo de pasar de ser votantes a ser hooligans. De pronto, las gentes han empezado a utilizar, a escuchar la palabra polarización sobre todo para referirse a la política, a la sociedad. ¿Qué significa esto? Decimos que algo está polarizado cuando sólo existen los dos polos, el positivo y el negativo. Polarización se puede traducir de muchas maneras pero todos entendemos aquello de que “el que no está conmigo está contra mi”.
De la política- donde la polarización es cada día más evidente- la división ha saltado a la sociedad con la inestimable ayuda de Internet y sus interfaces. Una sociedad está más polarizada cuando una mayoría de los ciudadanos se identifican ciegamente con las posiciones de un partido frente a las posiciones del adversario, convertido en enemigo. Y ya sabemos , al enemigo, ni agua. El clima que generan los polos es de tensión máxima hasta el punto de que la cuerda puede romperse. Y la ciudadanía queda dividida en bloques, socialmente rota.
Consecuentemente y en paralelo, cada vez se observa a más gente que intenta parapetarse bajo la aparente neutralidad de la independencia con la finalidad de no tener que “mojarse” y atender a su conciencia. Dolores de conciencia no tienen porque – como decía El Roto- previamente se la han extirpado y , de esa manera pueden encogerse de hombros sin disfraz. El encogimiento de hombros, el ni fú ni fa , el todos son iguales y la supuesta independencia es puro egoísmo y falsedad.
Lo cierto es que la polarización política es cada vez mayor. Lo estamos viendo estos días a propósito del ómnibus en los que la táctica aunque sea marrullera se impone a la estrategia de cumplir cada cual con su concepto de ética y moralidad. Pocos son los partidos que intentan un acercamiento al adversario persiguiendo acuerdos para mejorar la vida de todos.
Pretenden vendernos que los sistemas gobernables son aquellos en los que gana solo un partido político, el que tiene más votos y no el partido que teje más alianzas y representa a una mayoría social en el país. El problema estriba no en la divergencia y el debate de ideas, propuestas o acciones sobre las pensiones, el transporte público , la sanidad, la educación, los alquileres o la política fiscal. Todo lo contrario, el problema es cuando el “sostenello y no enmendallo” propio de la polarización se convierte en dogmas inamovibles y en posturas irreconciliables en las que todo vale con tal de hacer daño al contrario. Es aquello tan hispano de preferir quedarse tuerto con tal de ver al otro ciego.
Lo que vemos es tacticismo, son apariencias. Embarrar el campo hasta el punto de que no se pueda jugar en él el partido de la democracia social. Será entonces cuando aparezcan los trumpistas y voceros. Y no. La política es demasiado importante como para dejarla en manos de los políticos….de oficio añadiría yo.
Y así estamos, como esperando que lleguen tiempos peores que nos hagan más ciegos o viceversa, esperando tiempos más ciegos que nos hagan peores como escribió Rafael Sánchez Ferlosio. ¿ O quizás los malos tiempos han empezado ya?
NOTA. Dedicado a Braulio Madueño, con quien me gustaría compartir mucho más que el apellido y la lectura.