EL DIVÁN 1.0
Ante la impertinente pesadumbre de volver a la rutina, a la vuelta a la normalidad, y dejando previamente a los niños en el colegio antes de ponerse a trabajar, considero oportuno que lo vivido hasta el día de ayer durante dos semanas no es fruto de la casualidad, es fruto de nuestro bienestar, de estar rodeados de buena gente que nos quieren y nos respetan tal cuál como somos, y que no significa que no tengamos esas tiranteces con algún familiar, llámese cuñado o suegra, pero siempre nos quedarán esas innumerables ocasiones para reunirnos, hablar las cosas y reconciliarnos. Arrancamos ya nuestros hábitos cotidianos, empezamos a trazar nuestros planes rutinarios marcando en rojo los fines de semana que nos toca escapadas románticas o barbacoas en la casa campo de nuestros padres. No quiero perder el norte, porque estoy en el sur, no quiero precipitarme al vacío y caer en el abismo. En un clic de abrir y cerrar nos encontramos en unas vicisitudes bastantes elocuentes para vaciar nuestros malos humores y espantar alguna de la veces al viejo o a la vieja, gruñón o gruñona, que llevamos dentro.
Al filo de lo imposible y mientras el barómetro de demoscopia nos dice que somos uno de los países más felices, a comparación con los países nórdicos y centro europeo, llego a la conclusión que según estas estadísticas los países centro y sudamericanos son los más felices, con tan bien poco, se apañan y a través de aquellos ídilicos paisajes que transmiten paz y felicidad. Vívimos quejándonos siempre de querer ser o tener más que otros u otras. Pero, la vida no se trata de tener ni de poseer, sino se trata de sentirla y vivirla a cada instante y de compartirlas con aquellas personas que merezcan la pena que sientan y vivan lo mismo que tú estás sintiendo. No sé trata de estar en una competición ni de ser el mejor en cada momento o etapa de tu vida, ní de ser el «puto amo». Al contrario, se trata de respetar y tratar con educación a los demás, aunque nos caigan mal o sean nuestros enemigos. Se trata de diversificar las cosas, se concibe mejor una vida sin analgésicos que con analgésicos emocionales, se percibe de mitigar el dolor o de reducirlo con buenas acciones y sin mirar la correspondencia de quién va a recibir esa buena acción.
No sigo tampoco el itinerante del ciudadano ejemplar, ese no existe. Existen las doctrinas para ser buenas personas, y ahí no hace falta ser unos eruditos, ni tampoco llega la inteligencia para captar, que para ser buena gente no hace falta tener mucho dinero, sino tener clase y empatía hacía todas las personas, tratándolas en igualdad, sea hombre o sea mujer, pero sobretodo, siendo siempre consciente, como a tí siempre quieras que te traten, respetando su libertad, porque a tí también te la dan, no sólo para tratar bien a los demás, sino para tratarla bien a la vida. Y pienso y medito, que estamos en el camino correcto, por lo menos de mi parte, en este arranque después de las fechas navideñas y de este año 2025, que empezamos con nuevas ideas y nuevas aportaciones para mí modo de vida para hacerla más llevadera para mi cuerpo y mi mente. ¡Vivo en Libertad!
Posdata: «La realidad no existe si no hay imaginación para verla» (PAUL AUSTER).