No hace tantos días, menos de un mes, los informativos estaban plagados de corrupción y escándalos sexuales. Supuesta corrupción (de ambos miembros del tradicional bipartito del régimen del 78) y supuesto escándalo de la “nueva política”, que se ve que no es tan nueva para ciertas y dolorosas acusaciones.
El pan nuestro de cada día para que nos indignemos un poquito, despotriquemos de quienes nos gobiernan y nos lamentemos de ser españoles.
Pero hete aquí que la meteorología -a veces brutal- del clima mediterráneo deja arrasada a una parte considerable de la provincia de Valencia. Dicho sea de paso, mis condolencias a quienes hayan sufrido pérdidas en lo personal y un fuerte abrazo para los afectados, a los que les deseo una vuelta a lo normalidad lo más pronto posible.
Pero, es que de un plumazo, entre bulos y acusaciones, entre recriminaciones y argumentos varios, desaparece todo lo que estaba en el candelero con anterioridad. Ya no hay supuestas corruptelas y escándalos, hale, de un tirón.
Pero ahí siguen y, si no se ha podido reaccionar mejor ante la reciente desgracia, es -entre otros motivos- por esta clase dirigente a la que mantenemos (con poco sentido de Estado) y por un modelo territorial y administrativo que deja mucho que desear (esas diecisiete autonomías descoordinadas en temas tan importantes como sanidad, educación, empleo, seguridad, protección civil, medio ambiente, infraestructuras y un largo, pero que muy largo etcétera).
¿Por cuánto tiempo seguiremos arrimando el hombro, callando y tragando como buenos y pacíficos ciudadanos? Vayan ustedes a saber, sólo espero que quede algo que se parezca a un país para poder enderezarlo. Cuando nos hartemos.