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ARDE EL RELOJ

EL DIVÁN 1.0

El cielo dicta que las manecillas de mi reloj, desgatadas por el paso del tiempo pronto tocará a su fin. Las hojas caen de los árboles, dejando un paisaje a nuestro paso por nuestros municipios de que el frío se adentrará en nuestros cuerpos y nuestros hogares durante unos meses. El Invierno se avecina de lo más gélido posible, ya lo dijo el escritor y periodista estadounidense Hemingway en su libro, Por quién doblan las campanas. ¿Serán por mí?, alguien ha movido las fechas en el calendario y de tratarse del calendario juliano, se trata del calendario maya, ese calendario sagrado, donde el ciclo solar la rueda calendárica de cincuenta y dos años, la cuenta larga de cinco mil doscientos Tunes la cuenta lunar de dieciocho meses lunares, después tienen otros tipos de contar los días como la cuenta venusiana que consta de quinientos ochenta y cuatro días, la cuenta de los señores de la noche o Bolon Tiku que son de nueve días, y volvemos a la cuenta de la “lechera”, que es el ciclo solar (habb, de trescientos sesenta y cinco díasy el calendario sagrado que son de doscientos sesenta días. Maldito reloj que arde cuando el sol es abrasador, maldito el paso del tiempo que nos hace más vulnerables y débiles, y maldito los roedores y los gusanos que son los reyes en el lecho de muerte. Siento apatía por la muchedumbre que van de soberbios, de pocos empáticos y escasos de valores, pero ahí está el reloj y el paso del tiempo para dictarles su sentencia, en su sano juicio, todos los que comenten los sietes pecados capitales, acabarán en el juicio final, esperando sus sentencias, que serán firmes e irrevocables. Revoco todas esas actuaciones delictivas y causas perdidas como son no atender a las injusticias que se ven a diario en la calle y que encabezan todos los telediarios. Hay voces en el viento que otorgan la palabreja serendipia, todos los que buscan anunciar algo curable o alguna invención buscando otras cosas, me deja perplejo cuando vemos bajar río abajo, aquellas suciedades y bajos fondos que son las armas de seducción y de destrucción masivas en nuestro tiempo. La respuesta de todo esto esta en no dejarnos de creer que los dioses también erran, que también tropiezan y a la misma vez se levantan a golpes de perdidas irreparables.

Vivimos en una constelación permanente de números rojos, de dar cabida a los comensales exactos a este banquete en la que estamos todos invitados. Tenemos que tener en cuenta que las vidas ajenas, aunque nos cuesten la misma vida decirlo, son nuestros grandes aliados, y que desde que la vida se ha vuelto más privatiza, somos cómplices sino nos sentimos iguales ante todas aquellas personas que lo han perdido todo. La resistencia simple y llanamente será nuestro modo de vida de aquí para adelante, no siempre seremos invencibles e inmortales, la vida se nos irá en sesenta segundos, aquellos sesentas segundos en el que el “Memento Moris” nos recuerda de que algún día aquellas campanas que doblaban por mí como decía Hemingway, también doblarán por ti y por todos nosotros. Decir que somos hijos de las palabras sutiles y prohibidas, nos hacen encadenarnos en la pereza y en el hastío, como en el remordimiento y en el rencor. Los pájaros ya han volado del nido otro día más, y tu sigues penetrado en tu piltra, viendo la vida pasar, viendo como tus huesos se encalla y tu silencio se impregna de soledad. Momento para salir adelante y dejar atrás todos los males y mirar al horizonte y al presente, que ya es suficiente. Las pericias y la cicuta se la dejamos a los eruditos y mientras las espadas sobrevuelan sobre nuestras cabezas, la venganza se servirá, como se suele decir en plato frío, dejando pasar nuestras vergüenzas delante de nuestros delatores. Caminas lento, apacible, sin frenos, cuesta abajo y llevando una vida estéril.

La opacidad y la lúgubre zona de deserción, hace que la lumbre se ciña y se mezclen nuestros cuerpos, permaneciendo la hoguera hasta la mañana siempre, con los rescoldos de lo que fuimos y algún día seremos, pero permaneciendo de que somos esclavos de que la mente, es nuestro hándicap para sobrevivir, y para ver una vez más que nuestro reloj arde una vez más con el paso de nuestro tiempo, y atrapar todos nuestros sueños en una hipotenusa que son las musas que siempre estarán a nuestro acecho para salvarnos otro día más de que esas manecillas del reloj no se pare y que nos saquen de salir ardiendo nuestro reloj, pero está vez de nuestro reloj biológico, para que todo no se vaya al traste y nunca mejor dicho, por el garete. Por eso arde el reloj desde mi vieja ventana y arderá para siempre desde la hoguera, desesperadamente.

Posdata: “La única razón del tiempo es que no ocurra todo a la vez” (ALBERT EINSTEIN).  

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