Desoyendo el mandato de la actualidad que está rabiosa como casi siempre y a pesar del buen dato económico que hemos conocido hoy de la bajada del paro y, consecuentemente, del aumento de los empleados en este país, el machismo gana por goleada y tapa la parte buena de nuestra historia. Por eso he titulado esta columna de opinión como Machismo 1 Economía 0.
No tengo nada nuevo que decir sobre el machismo, porque, en realidad lo que hemos conocido ayer mismo no es nuevo; lo nuevo y morboso es la persona aludida que pretende deshacerse del personaje que lleva encima como ropaje. ¡Como si eso fuera fácil!.
Se acabó el tema de que España se rompe, se acabó el tema de la amnistía; se acabó el tema de la inmigración; se acabó el tema de la mujer del César; se acabó el tema del caos ferroviario; se acabó el tema del novio de la reinona de Madrid. Ahora toca el machismo y su aprovechamiento por tierra, mar y aire como munición para zaherir a los contrarios.
Efectivamente, el machismo mata y hay que darle la importancia que tiene. Cuando arrecian los peores tiempos para a lírica yo suelo salir siempre reivindicando la necesidad de la virtud para la política. ¡Cuán difícil es ser íntegro y coherente en cualquier ámbito y situación! No digo ya en la política. Sigo con denuedo erre que erre manteniendo mi convicción de que a la política debieran dedicarse sólo los mejores y las mejores de cada lugar.
Cada semana que pasa esperamos qué será motivo de escándalo, si una actuación judicial, si un informe de la UCO, si sospechas de corruptelas, si un giro de guion, o si – como ahora- un jugador nuevo por inesperado lo agitará todo y nos desconcentrará, provocará un terremoto fundamentalmente político. Aunque, pasada la conmoción, ya lo veremos, seguiremos donde estábamos sin que nada haya cambiado en el fondo. No conseguimos desatascar nada. Tanto el espectáculo político aquí en España, como los temas de justicia social como la vivienda, la precariedad salarial o el estado de la sanidad en el país parecen anclados en la agenda, girando sobre si mismas, sin dejar de moverse pero sin avanzar. Lo grave es que, en mi opinión, algo similar pasa en nuestras vidas, a nuestras situaciones personales, a nuestros problemas que nos determinan y en los que no sentimos atrapados y esperando, todo lo más, a tener suerte. No paramos de movernos, de girar pero sin ir a parte alguna. Parce como si el suelo de la realidad se moviera pero nosotros no. Me refiero a la movilización social necesaria para cambiar las cosas.
Pienso en el machismo y en el tiovivo en que se inserta y me pregunto si podré apearme, escapar, trascender si quiera sea un poco y soñar en un país que no esté instalado en el esperpento, lejos de la calle del gato de Luces de Bohemia donde los espejos cóncavos nos engañan, nos dejamos engañar, haciéndonos creer que somos mejores de lo que somos. Sueño despierto y la imagen me devuelve lo que de verdad somos. Nosotros también somos machistas.