Llevo unos días cuidando, puliendo, mimando estas primeras palabras para un nuevo tiempo de estas columnas a los que vengo llamando temporada a temporada “picotazos”. Cuando acaba Agosto todos se refieren a Septiembre como un nuevo curso político. No sé bien por qué, porque pocas cosas hay realmente nuevas, salvo alguna cosilla y todo parece viejo y manido. En estos primeros días de Septiembre lo común es verse como pasajeros confusos de un barco dispuesto a navegar por mares convulsos llenos de riesgos y amenazas, con alguna que otra esperanza que hay que traducir en oportunidad. La vida es un continuum en el que lo pasado no acaba de pasar y el futuro no es lo que era. Somos lo que fuimos y seremos en buena medida lo que somos.
En este viaje del mal llamado nuevo curso, en medio de un mundo tan desquiciado, en cierto modo todos vamos a ser también inmigrantes a bordo de un cayuco tratando de llegar sanos y salvos a una imaginaria bahía azul, cada uno a la suya, después de sortear múltiples y peligrosos escollos. Nadie sabe qué nos va a deparar el destino pues, de acuerdo con las noticias y los datos que nos sirven los más agoreros, la navegación no va a ser fácil. ¿Cuándo lo ha sido, me pregunto?
En realidad, el tiempo no existe. El tiempo sólo son las cosas que nos pasan, por eso pasa tan deprisa cuando a uno, con cierta edad, ya no le pasa nada. Los grandes atascos de regreso a nuestros puertos de origen son la señal de que las vacaciones han terminado y el bronceado permanecerá un mes en la piel y muy pronto descubriremos que la pared de enfrente oscurece antes de hora. Enseguida volverán los anuncios de turrones, sonará el primer villancico y será otra vez Navidad. La monotonía hace que los días resbalen sobre la vida a una velocidad increíble sin dejar una huella. Los inviernos de la niñez, los veranos de la adolescencia eran largos e intensos porque cada día había sensaciones nuevas y con ellas nos abríamos camino en la vida cuesta arriba contra el tiempo.
¿Qué va a suceder en este curso que empieza aquí en nuestro país y que me resisto a considerar nuevo? Como el odio ideológico ha dividido a los españoles en buenos y malos, según dijo García Lorca en su poema “Reyerta”, sucederá lo de siempre: ”morirán cuatro romanos y cinco cartaginenses”. Pero si sirve de consuelo al mismo tiempo debemos tener presente que, en realidad, el futuro tampoco existe y habrá que construirlo. En el momento en que pronunciemos esa palabra ya es el pasado. La posibilidad que se nos ofrece consiste en convertir la vida en un solo y único presente por el que siempre, siempre cruzará un instante de felicidad como un ave fugaz en forma de oportunidad que habrá que cazar al vuelo, siempre atentos, con esfuerzo y voluntad. Si no lo hacemos así, es que hemos muerto. En vida, claro.
NOTA: dedicado a mi buen amigo José Manuel Bermudo, sin edad para morir, al que recordaré siempre como ejemplo de cordura, de objetividad y de sentido común. Decidió no asistir a este nuevo curso porque le parecía viejo y aburrido.