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LA NIÑA DE LAS TRENZAS

Mi esposa Pili y yo, Emilio, hace unos años conocimos a dos niñas, hoy ya mujeres, sus nombres son Mari Pili y Mari Pepa, nombres ficticios. Esta es su historia, que es ficticia también. Yo, Mari Loli, tenía catorce años apenas recién cumplidos y por no dejarme sola en casa me llevaron mis padres a visitar al “Cristo del Humilladero”. Para ver las Hermandades que en Semana Santa salen unas junto a las otras, y allí la ví rezando de rodillas. Era Mari Pepa, yo estaba loca de amor por ella y ella por mí estaba loca.

Nadie se acordaba de nosotras

cuando la Semana Santa se acababa,

por poco me vuelvo loca cuando de mí fue separada.

Jugando entre la arboleda del Cristo vinimos a enamorarnos

y casi sin darnos cuenta tuvimos que separarnos.

Y yo me moría de amor por ella,

nadie entendió que aquella noche se encontraran dos estrellas.

Dime Mi Cristo por qué la he perdido,

si yo me muero de amor por ella.

Cuando la conocí no sabía ni su nombre,

pero me quedé con el vaivén de sus trenzas,

puse mis cinco sentidos para volver a verla

y con el corazón partido, qué triste fue aquella vuelta.

Era el amor de mi vida, el talismán de mi infancia,

me la arrancó la distancia,

porque su familia no quería

ni creer mi amor por ella.

Ni su familia ni la mía

quiso que el agua corriera

por donde el agua corría,

como si ellos pudieran mandar

en el amor que nos tenía

reservada la vida.

A Jesús bendito le pido,

el de los grandes milagros

y Jesús me dijo “cuenta conmigo”,

verás cómo te la traigo.

Nadie quiso moverse en el templo,

cuando Mari Pepa se daba la vuelta

y yo me abrazaba en silencio

con la niña de las trenzas.

Cristo del Humilladero perdóname,

por decir que vengo a verte

y es a ella la que vengo a ver.

El amor no tiene límites,

si dos niñas que se quieren

y están tan enamoradas,

por qué no pueden enamorarse

como ellas se aman.

Pero como arriba hay un Dios

no llores cariño mío,

ya verás como tú y yo

buscamos un rinconcito y a escondidas

vamos a amarnos las dos.

Para mi esposa Pili, que esta es la vida más o menos como la nuestra pero sin impedimento por parte de nuestras familias. Te quiero Pili, qué vida hemos tenido tan bonita. Gracias.

Para todas aquellas parejas también que están pasando por este mismo sufrimiento y no las dejan vivir su amor. No hace falta que sea Semana Santa, estos recuerdos para contarlos cualquier día son buenos.

Juan Antonio Del Puerto Sabido – EMILIO –

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