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SABES Y ESPERAS

 Próximo ya el velo de la muerte a nublar tus ojos (ese velo tenebroso que tanto asusta a los que en el mundo están satisfecho), digo, que pude apreciar en ellos una serena conformidad y una dulce esperanza. Qué bien aprendiste, Loli, no que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros; sino que el Verbo se hizo carne y habita en nosotros.

Qué seguridad la tuya en lo de la resurrección de la carne y la inmortalidad del alma… Qué bien sabías tú, que tras el inevitable paso se abría un horizonte inimaginable de belleza, donde la imperfección humana no puede alcanzar. Sin entrar en estado místico ni conclusiones teológicas, supiste ser fiel en tus creencias; y así dejaste una obra, la obra de tu vida; que sin palabras escritas, con tus hechos estás presente en la memoria de los que te hemos conocido de cerca. Entrañable Loli, bien podemos decir que sí has vivido.

Cuando fui a verte en el segundo mes de tu penosa enfermedad, me comentaste que postrada en el lecho habías visto una férrea puerta misteriosamente cerrada, al tiempo que alguien te dio a entender que no había llegado el momento de traspasarla. Llegó el momento. Ahora, haciendo eco de las palabras del poeta te imagino “por los altos andamios de las flores” en un jardín que a mí se me antoja de flores celestes y que cada una te desvela un secreto; porque en el sitio en que estás, todo se desvela. Y te imagino cogiendo una al azar, y abriéndola, ella te descubre el misterio de la Creación. Otra, el trágico suceso de aquel primer Viernes Santo. Luego otra, te muestra lo que acontecerá en el futuro; y otra…, todo lo que quieras conocer.

La limitación del cuerpo humano nos hace estar como prisioneros en una jaula; pero cuando tanta esperanza existe, es la mano de Aquél, la que abre la portezuela cuando se le antoja, para que seamos libres de verdad. Me dijiste que pidiera por ti, viviendo tú una litúrgica existencia; cuando soy yo quien ahora te pide que en la liturgia celestial en que te encuentras, pidas por mí y por el mundo, para que haya menos injusticias, de las cuales todos somos culpables. No me importa que algunos me tachen de soñador y cosas peores; tengo presente nuestras conversaciones y dogmáticamente grabadas aquellas palabras tuyas; “Sabes y esperas”.

Duro es el sentimiento del vacío. Grave es la tragedia de la separación. Dicha es la sumisión de la razón, pues da reposo. Con este mi dolor te digo: Querida Loli, dos manzanas más allá nos vemos.

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