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La triquiñuela del cambio

Hemos tenido elecciones europeas el mes pasado. Y ahora supongo que estarán temblando en la creencia de que voy a hacer un análisis de las mismas. Respiren tranquilos, ya han tenido bastante.

Pero lo cierto es que desde hace años nos vienen con “vota el cambio” (desde las lecciones de 1982, lo menos). Es un lema pegadizo, un producto vendible a los consumidores: cambio, novedad, tal vez mejora… ¿Seguro?

Cada cuatro años o, cada vez que el partido gobernante decide que hay anticipadas, nos venden cambio. ¿Qué cambio? ¿A mejor? Vamos ver, la Constitución es la que es, tiene unos límites y unos vericuetos legales para frenar posibles cambios sustanciales (si no el derecho a la vivienda o al trabajo estarían garantizados, que no lo están).

Para aprobar una ley orgánica hace falta mayoría absoluta (la mitad más uno de los diputados), para reformar la Constitución hacen falta los dos tercios. Es decir, para hacer un cambio legal de profundidad, o sacas mayoría absoluta (leyes orgánicas) como las que disfrutaron ocasionalmente PP y PSOE, o nada. Para una reforma constitucional, hacen falta los dos tercios de los diputados, es decir, que PP y PSOE se pongan de acuerdo (sí, hay más partidos, pero hagan las cuentas). En el PSOE sus dirigentes son social-liberales (es decir, libre mercado, globalización y alguna reforma social que no toque mucho ni el libre mercado ni la globalización) en el PP, son neoliberales (libre mercado, globalización y que el Estado esté de adorno mientras el sector privado, los grandes de ese sector, hacen lo que quieren, después de la “fiesta” se les rescata). ¿Qué cambio real se puede esperar?

Pues poco o ninguno a favor de las mayorías. De hecho, les refresco la memoria. La última vez que se tocó la Constitución fue en 2011, con la reforma del artículo 135, por el cual tendrán prioridad en las partidas presupuestarias los pagos de la deuda, además de que el límite de endeudamiento público viene fijado por lo que diga la Unión Europea, es decir, la Comisión, es decir, Alemania o Francia a su conveniencia, junto con el FMI (Fondo Monetario Internacional). ¿Amigos de los trabajadores las élites de la UE o del FMI? Algo me dice que no, sino más bien que trabajan para los intereses de las grandes corporaciones y fondos de inversión.

Otro ejemplo, en este caso ley orgánica, la Ley de Protección de Seguridad Ciudadana de 2015, o “ley mordaza”. La aprueba el gobierno de Rajoy, Sánchez -en la oposición por aquella época- clama al cielo y promete el cambio: su derogación, si gobierna. ¿La han derogado? No.  

Cuando te vayan a vender un “cambio” querido lector y potencial votante, aplica el dicho de “por sus obras los conocerás”. Si no, se corre el riesgo de que no haya cambio o de que el cambio sea a peor, para el obrero claro está. Defino obrero, por si hay duda: obrero es el que vive de un salario medio o bajo y se le equipara quien sea autónomo y con ingresos similares, es decir, la inmensa mayoría de los españolitos de a pie.

Si quieren cambio de verdad, ándense también con ojo, hay falsos profetas que difunden la idea de cambio haciendo demagogia pura y dura, pero sin decir a las claras hacia dónde, para qué y a quién va a beneficiar.

Cambio, una palabra con muchas triquiñuelas.

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