Publicado el 15 de Mayo de 2019, Miércoles Lourdes Paredes Cuellas
Opinión - No es lo mío el idealismo francés, pero es cierto que Paul Janet, tenía razón cuando afirmaba que la ciencia misma, sobre todo la de la naturaleza, es imposible sin la imaginación. La desconocida raíz común la llamaba Kant. Las grandes hipótesis, de las que nacen las grandes teorías, son hijas de la imaginación. La realidad es otra cosa. Por ejemplo, la realidad dice que el hombre no puede volar o que es incapaz de aguantar bajo el agua más de 5 minutos, aunque el record esté en 20 minutos. Sin embargo, la imaginación de los científicos es capaz de llevarnos a la Luna y de vivir en el U-Wilhelm Bauer con toda comodidad. Todo gracias a las hipótesis.
Las hipótesis es la facultad de los científicos de imaginar cualquier cosa sobre el mundo. Hablamos de conocimiento hipotético, un tipo de conocimiento que se basa en datos aún no confirmados como verdaderos y que nos abren innumerables posibilidades. La hipótesis se consideraría como una apuesta, siempre previa a cualquier juego. Pues bien, juguemos con la Hipótesis España.
¿Y si España se rompiera y desapareciera de la Constitución los pueblos de España? ¿Y si España tuviera una única lengua oficial y no fueran oficiales en sus respectivas comunidades autónomas el catalán, valenciano, gallego y euskera? ¿Y si España es el país de los toros, PACMA no existiera? ¿Y si España es autónoma y no necesita a Europa, aunque en la práctica depende básicamente del Banco Central Europeo? ¿Y si España es el mejor lugar del mundo para vivir y la Comisión Europea no suspendiera a España por su elevado grado de desigualdad..? ¿Y si España es cristiana y la Mezquita de Córdoba no existiera?
Como hipótesis, todas las preguntas podrían valer. La imaginación da para mucho y puede que, al final España se convierta en todo lo anterior: un país que reconoce a otros pueblos, que solo habla español, que nadie defendiera el sufrimiento gratuito de los animales, fuera de Europa, de ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más numerosos y pobres, todos cristianos, sin otra religión o posibilidad de ser ateo. Pero entonces, si se cumple estas hipótesis, podréis llamarle España, pero no la reconocerá ni la madre que la pario. Seamos pues más imaginativos y demos un el lugar que corresponde a la ciencia o acabaremos en la luna o bajo el mar de la mediocridad.
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