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Cultura
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POR J.J.CABALLERO
DESDE EL JERGÓN
Publicado el 16 de Enero de 2019, Miércoles

Lourdes Paredes Cuellas

Cultura -

Vayamos al detalle, al que nadie debería pasar por alto. ¿De quién es el problema, del que ofende o del que se defiende? Si lo analizamos desde cualquier punto de vista la síncopa amenaza con ser perfecta. No hay ruidos que distorsionen una posible correcta interpretación y hasta en el inefable juicio parcial se recaudan fondos para que nunca llegue a ser final. Es la parte alícuota de las cuotas a pagar, de las citas a propagar, de las mitades a prepagar. Propasémonos un poco y digamos que en la eclosión de algún que otro sonido tuvieron mucho que ver las inquietudes colectivas de un grupo de individuos que nunca tuvieron claro hacia dónde dirigir sus pasos. Como buenos oyentes y mejores ponientes supimos hacernos escuchar a través de tubos de aire que no comunicaban bien un enconado empeño de evasión con un empeñado encono de salvación. En las condicionales se atisba siempre un perdedor y en las condiciones un conformista. Es ley de vida, no nos engañemos.

Primer pecado: Malversar los fondos de cada cuestión. Pretensar una cuerda inexistente que ya no resistiría ni una mala cadena de palabras sin dirección. Ni hay atrevimiento, ni miento si me atrevo a decir que lo que hay no está aquí, ni allí, ni más allá. Allá cada uno con su conciencia. Ciencia es lo que se necesita para entender el fondo y la forma. Formarse no es igual a afirmarse. Firmarse un autógrafo eterno en el antebrazo y dejar que se pudra la piel a cada paso. Pasar por encima sin llegar a pasar por debajo. Bajo el bajo nivel de siempre se oyen voces disonantes de cuadrúpedos lejanos, aún por advenirse, y se condena a la defenestración a los infieles más puros de alma y corazón. A los que uno pertenece, por cierto, y por falso también. Que no nos quiten lo cantado y nos devuelvan lo bailado, que a todos nos corresponde un pedazo de cielo en el que dibujar nuestras promesas. Leves pero nuestras al fin y al cabo. Es cosa de todos, no nos perdamos.

Segundo pecado: Es un pífano lo que suena, y el error estuvo en confundirlo con los violines del apocalipsis. Aún hay tiempo aunque no entendamos sus notas. Descifrar lo que quería decirnos costó ímprobo esfuerzo y parece que al final mereció la pena. Ya hablaremos e la recompensa. A los regalos inesperados no se les debe mirar el diente, ni hincárselo antes de cerciorarnos de su sinceridad. Es hora de recordar que algunos momentos que llevábamos esperando hace años acaban de cernirse sobre nosotros y nos pillarán con la cabeza agachada y el blanco acechando en cada cabello, cual nieve fuera de estación que enfría hasta la memoria más fortalecida. Llamen al escriba de guarda y no al médico de cabecera, sepan que la simiente se crea por sí misma en la mente de cualquiera que ensimisma su miseria. Muy seria me parece la cara de los que deberían dibujar sonrisas. Son risas que desarman por no ser del todo honestas. Es tema de costumbre, no nos dispersemos.

Tercer pecado: Que nadie lance las soflamas no debidas. En estas estamos y antes de irnos a otras nos recrearemos en lo que vemos. Hay un hálito de esperanza, un débito que no nos obligan a cubrir y una renta a devolver cuyo recibo no nos hará falta nunca. Consternados no, concentrados tampoco. Simplemente vivos. Recubiertos por tegumentos que a veces son membranas, a ratos escamas y siempre espinas. Nos ha tocado revivir para volver a morir y nos aplicamos a la tarea con la dulce afinación de mil notas que acompañan la eterna faena. Tal vez algo cojitrancos y renqueantes a la labor de empezar de cero cada día, cada minuto, pero conscientes de lo que todo ello puede significar sino para ellos, sí para nosotros mismos. Con un poco de cuidado lo lograremos. No hablo de metas, a lo mejor tampoco de sueños, pero algo habrá al otro lado. Allí donde pocos se atreven a cruzar y solo unos cuantos se alegran de vernos. Es caso de opinión general, no nos pensemos.

Pecado final: Mirar hacia donde no se debe. Los querúbicos coros, angelicales presencias justo detrás de los oídos, hacen que perdamos el norte a cada segundo. Hemos de hacer acopio de virtudes y ejercer de fedatarios de un legado que se nos quiere arrebatar. Y eso no estamos, o no deberíamos estar, dispuestos a consentirlo. Es asunto de todos, no nos confundamos.

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